Mis Viajes a Praga, por Rafael García-Fojeda

Como no podía ser de otra manera, el primero lo provocó mi afición al fútbol. Fue con motivo de una eliminatoria entre el Real Madrid y el Sparta de aquella ciudad, pero entonces, marzo de 1968, no se podía ir a un país de detrás del Telón de Acero como se puede ver en esta hoja del pasaporte y lo más inmediato fue hacernos mis padres y yo uno especial VÁLIDO SOLO PARA ESTE VIAJE que, al regreso, hubo que anular. 



Cuando llamaron para embarcar en el avión, los encargados de los autobuses de Barajas lo hicieron de esta manera: “¡Al fútbol, al fútbol! cual si fuesen los que cada domingo llevaban a alguno de los estadios madrileños.

¿El vuelo? Una pasada, pues volamos a 5.100 metros por lo que tuvimos auténticas vistas aéreas cercanas del recorrido -Barcelona, Nimes, los Alpes, con el Mont Blanc de fondo, Ginebra, Berna, Zurich, Sttutgart y Nuremberg- antes de aterrizar en la capital de Checoslovaquia. Si Barajas era pequeño, el aeropuerto de Praga, todavía más y más sucio y más pobre…pero ¡estábamos allí!

Tomo contacto con la ciudad en un corto paseo por la zona céntrica y puedo apreciar el escaso tráfico de coches antiguos y descuidados, poca vida comercial, gente sin ilusión, desaliñada, incluso me sorprende ver a una señora con un cochecito de niño que eran ¡ocho tablones de madera clavados, cuatro ruedecillas y, para tirar de él, una simple cuerda! Existían unos almacenes dependientes del estado, los tuzex donde solo se podía comprar con divisas de manera que los checos daban hasta 20 o 30 coronas por 1 dólar cuando el cambio para los turistas era 8 kcs. por dólar. De cómo se sentían sus habitantes da idea el hecho de que una licenciada en Filosofía fuese nuestra guía turística pues ejerciendo su profesión no tenía futuro y eso que nos decía, feliz, que al año siguiente se volvería a estudiar Latín, hasta entonces prohibido por el gobierno y…tanta pretendida libertad desembocó en la invasión de la ciudad por los tanques soviéticos (Primavera de Praga, agosto 1968).

La capital.- El primer asentamiento celta en las cercanías data del siglo VI a.de C. y la fundación de la ciudad, del siglo IX d. de C. En el siglo XIII, se funda la Malá Strana, pero es en el XIV cuando el rey Carlos IV ordena construir la Ciudad Nueva (Nové Mӗsto) y une las dos riberas del río Moldava (Vltava) por medio del puente que lleva su nombre, muy próximo a la Torre de la Pólvora, quizás el símbolo por excelencia de Praga. ¿Monumentos que visitar? El Castillo (Hradčany) donde están la Catedral de San Vito, el Palacio Presidencial y el Palacio Nacional y un paseo por la calle del Oro en cuya casa número 22 vivió Franz Kafka ; la Sinagoga Antigua-Nueva (año 1270), junto a ella, el Cementerio Judío -muy curioso- el Ayuntamiento judío con el reloj que se mueve en sentido contrario ; el Palacio Real y, en una de sus salas, la ventana de la famosa DEFENESTRACIÓN; Iglesia de Týn, Ayuntamiento con su famoso reloj (siglo XV), al lado del cual se han dejado en pie los restos del edificio anterior bombardeado en la Segunda Guerra Mundial y Monasterio Strahov, conocido por su extensa colección de incunables y manuscritos; en el barrio de Malá Strana, dentro de la Iglesia de Santa María de la Victoria, la imagen del Niño Jesús…
 

Castillo de Hradcany & Río Moldava
Hradcany
Catedral de San Vito
Ayuntamiento y restos del anterior
Reloj del Ayuntamiento
Torre de la Pólvora
Sinagoga Antigua - Nueva
Calle del Oro

Después de un recorrido tan instructivo y bonito -al menos lo fue para mí- ¡qué mejor que detenerse a descansar mientras se toma una cerveza rubia o negra -o más- típicas de esta zona en uno de los múltiples locales existentes. Como anécdota curiosa, a alguno del grupo se le termina el tabaco y compra el que le ofrecen: cigarrillos rubios ‘MARICA’ (en checo, diminutivo de María); al enseñar el paquete al grupo, nos quedamos tan sorprendidos que, casi al momento, agotamos las existencias.

Al final del partido, que perdió el Real Madrid, aunque ganó la eliminatoria, ya en el autocar, un grupo de exiliados españoles desde la Guerra Civil, nos gritaba: “¡Hágannos un hueco, por favor, aquí no se puede vivir!” ; y eso que a ellos les estaba prohibido volver, porque, de hacerlo, serían inmediatamente detenidos. Tuvimos que partir inevitablemente… con un nudo en la garganta y hasta lágrimas en los ojos.

Me gustó tanto la ciudad, que, al planear con Laura el viaje de novios, decidimos incluirla para que ella la conociese. En 1978, fuimos en tren desde Viena de la que dista 300 Kms. La encontramos levantada porque estaban construyendo el metro, pero no por eso dejamos de ‘saborearla’.

Al regreso a la capital austriaca, el registro en la frontera checa fue exhaustivo tanto del convoy como de los pasajeros; a nosotros nos requisaron 60 Kcs. en billetes que nos reintegrarían si volvíamos con el recibo dentro del plazo que en él se indica.


Documento requisación 60 kcs


Rafael García-Fojeda

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