He
estado recientemente en Israel, y aunque como turista no te “enteras” de lo que
realmente “se cuece” entre los paisanos, si que he tenido ocasión de ver y
hasta sentir, lo que pasa en aquella tierra.
Habría
que remontarse en la historia para intentar escudriñar en los orígenes y las
causas de lo que en Oriente Medio, y más concretamente en Israel, da lugar a
esa tensa situación. Supongo que todas las partes tendrán su parte de razón, y
para defender sus posturas se apoyan en “sus razones”. Pero no es de eso sobre
lo que quiero escribir. En mi breve estancia allí, me ha sorprendido que a
pesar de los constantes controles, fronteras, policía, militares bien
pertrechados, etc., la gente, el pueblo, independientemente de su, digamos
“nacionalidad”, o religión, convivan en tolerancia mutua. Y hay que considerar
que no es fácil, pues allí, en esa zona, vive el pueblo palestino (de religión
musulmana y cristiana), algunos beduinos y el pueblo judío, procedente de las más
diversas regiones del mundo, aderezado con la presencia de cristianos que son
atraídos por los Santos Lugares.
Tenía
entendido que el centro de Jerusalem estaba dividido en sectores, en los que se
concentraban cada uno por su lado, los judíos, los musulmanes, los cristianos
ortodoxos,…. Y efectivamente así es. Y los judíos tienen, en las calles, hasta
“controles fronterizos”, provistos de “arcos y escáneres” para “revisar” a los
que pasan a su sector. Pero en las calles y callejas de la ciudad antigua, en
el enmarañado bazar, en las tiendas, conviven sin aparente problema unos y
otros. Sin enfrentarse entre sí, a pesar de sus distintas costumbres y su muy
diferente aspecto externo. Es muy frecuente ver, en cualquiera de sus
callejuelas, a judíos ultra-ortodoxos con sus levitas negras, sombreros y
tirabuzones, (incluso a los chiquillos les dejan crecer el pelo a la altura de
las patillas y se lo rizan formando tirabuzones), caminando pausadamente en
familia, arrastrando cochecillos de bebé, que se cruzan en “perfecta”
tolerancia con un via-crucis de cristianos, rezando, siguiendo una cruz de
madera por la Vía Dolorosa, entre el abigarrado, bullicioso y siempre ajetreado
gentío del zoco, donde predominan las tiendas de palestinos y musulmanes. Y
allí, sin causar ningún conflicto, he visto pasar en horas de alta confluencia,
y con mucho respeto por parte los viandantes, una procesión de popes cristianos
ortodoxos, con sus conocidas vestimentas y ornato. Sorprendente para el
forastero que llega allí por primera vez.
¿Se
debe esta tolerancia a que estamos en la ciudad santa por excelencia?. No lo
sé. Aparentemente allí conviven unos con otros, y si mis impresiones no me
llevan a engaño, diría que hasta los distintos “grupos” tienen a gala mostrar claramente
lo que les diferencia, al menos en lo externo. A los turistas se nos nota de
lejos, y los avispados comerciantes pronto detectan nuestra nacionalidad. Las
mujeres musulmanas van con sus velos, y los musulmanes visten sus chilabas. Los
judíos llevan sus levitas negras y sus sombreros (o los gorros cosacos, cuando
estos judíos vinieron de Rusia o de países de la zona). No hay confusión.
Parece que no hay conflicto. Podría decirse que se respetan unos a otros, cada
uno en su lugar.
Donde
se observa más mezcolanza es en el Santo Sepulcro. Allí todo es jaleo. De
gentes, y de confesiones. Hay una parte de la basílica “perteneciente” a los
cristianos ortodoxos, que se evidencia por lo “recargado” en la ornamentación;
hay otra zona que llevan los franciscanos, mas acorde con nuestras costumbres
occidentales, y otra, muy mísera, que es de los cristianos armenios. Cada uno
organiza sus celebraciones por su cuenta, y sin aparente coordinación. A veces
los cánticos en el interior parece que quieren “acallar” a los de los otros
grupos…. Y los turistas, cámara en mano, junto con los “nativos” deambulan por
todas partes, o hacen cola para visitar la roca del calvario o la losa del
sepulcro….. Para colmo, por si fuera poco este maremagnum de manifestación religiosa
cristiana, tengo entendido que la “llave de la basílica” es propiedad de los
musulmanes, que son los encargados de abrir y cerrar las puertas….
En
Jerusalem, conviven las 3 religiones monoteístas, aparentemente sin mayores
complicaciones y en un ambiente de tolerancia. Sin intransigencia ni
exclusividad. Eso sí, con respeto a las creencias y normas de cada una. Nosotros
no pudimos visitar las mezquitas, creo que por estar en Ramadán. En los
recintos cristianos se exigía a los visitantes una cierta “decencia” en la
vestimenta, no admitiéndose (ni a los hombres ni a las mujeres) ir con los
hombros desnudos, ni con pantalones cortos (por encima de la rodilla) que dejen
las piernas al aire. Los no “avisados” lo subsanaban rápidamente con un chal o
un “pareo”… Y en la parte judía, me sorprendió la facilidad con la que, eso sí
separados hombres de mujeres, pudimos acceder al Muro de las Lamentaciones
(vestigio del templo destruido), e incluso pasar a una zona de enseñanza (y
biblioteca) donde los estudiosos de la Torá, se juntan para explicar las
escrituras a sus discípulos, ajenos a la mirada curiosa de los turistas y
visitantes, que libremente deambulábamos entre ellos y aquellos otros que en
constante movimiento de atrás adelante, rezaban con una concentración admirable,
de cara al muro, a pesar del ajetreo que los rodea. El único requisito es el
pasar con la cabeza cubierta. Si no llevas “un casquete propio” o sombrero,
puedes coger una “quipá”, para devolverla al salir de la zona, o, si no sientes
reparos, también puedes pasar con una gorra cualquiera…. Con respeto a las
creencias “ajenas” se puede convivir en armonía.
Muro de oración. El Muro de las lamentaciones, a la derecha, y sobre él la explanada de las mezquitas |
Únicamente
viví una situación de tensión que me pareció podía desembocar en algún tipo de conflicto.
Fue un viernes al caer la tarde. Los musulmanes iban en masa a la explanada de
las mezquitas, para sus celebraciones, ya que estábamos en el mes de Ramadán, y
por su parte los judíos ya empezaban a celebrar el sábado, dirigiéndose al muro
de las lamentaciones. Supongo que por el gentío, algunos de los “pasos entre
barrios” habitualmente abiertos, quedaron para uso exclusivo de los judíos, que
iban a congregarse junto al muro. En un momento, en una callejuela estrecha, coincidieron
un grupo de judíos y otro de musulmanes, a los que no debió gustar el
encontrarse el paso “cerrado”, y allí se alzaron las voces y se produjo un
fuerte griterío por ambas partes. Como podéis suponer no entendí nada de lo que
se dijo, pero me lo imagino…. En un momento apareció la policía y cada grupo
siguió su camino….
Aparte
de Jerusalem, donde todos conviven, me da la impresión que en el resto del
territorio, no se manifiesta tanta tolerancia. Lo primero que se nota es una
gran diferencia entre los territorios en los que habitan los judíos y los de
los palestinos. En estos últimos, las casas son mucho más humildes, hay menos
limpieza en las calles, los coches son más viejos, la basura y los trastos se
acumulan junto a las casas, la tierra o no se cultiva, o lo hace en menor grado,
lo que da la sensación de desertización y pobreza. Por su parte los judíos,
están constantemente expandiendo su “zona vital”, a base de asentamientos (son
como barrios nuevos que ubican a las afueras de las ciudades rodeando los
territorios palestinos) a la vez que, como en el caso de Belén, construyen un
“muro” que deja encerrados a los palestinos que solamente pueden salir y entrar
por los lugares establecidos. Además, y como motivo de diferenciación bien
visible, las matrículas de los coches palestinos son de color verde, y creo que
no pueden salir de sus “reductos”. No creo que el pueblo palestino se resigne,
sin más, a continuar viviendo en esas condiciones, y a poco que un “lider” o
visionario exalte los ánimos, volverán a producirse revueltas…..
Muro de separación.
Belén, al fondo, rodeada por un muro, construido para evitar el movimiento
incontrolado de palestinos.
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Por
su parte los palestinos también quieren dar la sensación de controlar su
territorio y en esos pasos han establecido “fronteras”, que, sin mayores complicaciones,
hay que pasar para ir a visitar “sus zonas”, como es el caso de Belén. La
verdad es que pasamos sin necesidad de bajarnos del autobús. Este era de una
compañía israelí, iba conducido por Omar (musulmán), y dentro íbamos 45
católicos en peregrinación por Tierra Santa. ¡Todo un cóctel!.
Y
tratando el tema de las fronteras, es curioso el “status quo” existente entre
Israel y Jordania. Ambos países son muy celosos (al menos aparentemente) de
controlar a todo el que pasa de un país a otro, y vigilan todo lo que se pretende
pasar al otro lado. Y por tanto esta operación se hace tediosa en grado sumo,
tanto para entrar como para salir, en una u otra dirección. Las maletas y
bolsos pasan por los escáneres, y en un porcentaje muy elevado se solicita su
apertura para efectuar una revisión visual. La entrada en Israel, o incluso la
“salida”, si es que vuelas en su compañía El-Al, va siempre precedida de una
“conversación” con un policía de frontera, en la que uno a uno eres preguntado
por si conoces a tus compañeros de grupo, si te han dado algún paquete, si has
hecho tú la maleta, si ésta la has tenido constantemente vigilada,…. A la menor
contradicción o titubeo, no dudan en retener a todo el grupo, y escalar el
“asunto” a niveles superiores. En nuestro caso tuvimos un problema de
coincidencia de nombres con alguien “buscado” y tardamos casi 4 horas en pasar
la frontera entre Jordania e Israel…. Sin más explicaciones, ni disculpas, ni
nada….. Todo en aras de la seguridad.
Nosotros
cruzamos hacia Jordania por una “frontera oficial”, donde ambos países, en la
actualidad “amigos y vecinos” se reconocen mutuamente. Allí ambas partes te
sellan el pasaporte en señal de buena convivencia. Sin embargo, el regreso a
Israel lo hicimos por una “frontera tolerada” en zona palestina, donde
únicamente te ponen la “salida” en el pasaporte por la parte de Jordania,
mientras que en la parte de Israel aunque se repiten los exhaustivos controles
de personas y equipajes, no te ponen sello alguno en el pasaporte, pues es una
frontera no “reconocida” por Israel, sino forzada internacionalmente, para
permitir el paso de palestinos a Jordania… En estos momentos, cuando ambos
países están “en paz”, este paso fronterizo es una muestra más de tolerancia,
aunque requerida por las presiones internacionales.
Y
termino este artículo recordando lo que tanto judíos como palestinos nos
trasmitían: la crisis mundial había hecho descender fuertemente el número de
visitantes, y por tanto los ingresos derivados del turismo. Un problema añadido
que empeorará la situación de los más desfavorecidos de esta tierra. Más
dificultades para alcanzar una convivencia en paz.
Otro
día, si me veo con suficiente ánimo, escribiré sobre la parte monumental de
este viaje….
Los tenderos hebreos y los tenderos palestinos siempre han convivido muy bien, y es que no hay nada que hermane más que comprarse y venderse cosas. Sospecho que no has leído 'Oh, Jerusalem'. Si es así te la recomiendo para los días de ultracalor que aún debemos disfrutar. No es que sea la verdad revelada, pero ofrece muy buenas pistas sobre el cúmulo de razones que han conducido a la situación actual.
ResponderEliminarNo estaría yo tan seguro de que la 'ciudad santa por excelencia' sea Jerusalem. A mi humilde juicio, Zürich lo es muchísimo más.
Alfonso el Prosaico
Confieso que antes del viaje tuve la tentación de volver a leer lo que Lapierre y Collins escribieron en 1971. Pero ha pasado ya tanto tiempo, (casi toda una vida laboral), que no quise "contaminarme", para no llevar prejuicios.
EliminarY lo de "Ciudad Santa", como sabes no es de mi cosecha. Lo cierto es que no creo que haya en el mundo una ciudad más "deseada" en el curso de la historia, por motivos de religión.....¡Y con más guerras (conquistas) en sus "piedras"!