Impresiones de mi viaje a China y Tibet, por Kurt Schleicher




       Bueno, para empezar, el título ya es políticamente incorrecto: Tibet hoy en día pertenece a China.- Tiene su misma moneda, al menos.- En teoría no hay frontera, pero te piden (los chinos) un visado muy especial que gestionan ELLOS allí, en China, por lo que se tarda nada menos que un mes y medio en obtenerlo.- Ah, y te lo dan allí y luego es “ilegal” quedarte con él.- Parece claro que los chinos no las tienen todas consigo con el Tibet y quieren controlar perfectamente quién va por allí; no dejan que entre cualquiera que ellos no quieran.
 
     También me parece que –en general- tanto los tibetanos como los chinos poseen grandes reservas de conformismo, unos por unas razones y otros por otras, como ya veremos. No hay más que ver que en cada esquina de los mercadillos tibetanos hay apostadas patrullas de soldados chinos con armas bien visibles, sin contar con policía nacional, aunque parece que confraternizan con el pueblo.- Ah, no les gusta nada que les hagan fotos, por razones obvias; alguna he sacado de espaldas… en general, los soldados son todos muy jóvenes y los policías más maduritos.

 El caso es que Tibet hoy está bajo el zapato de China, aunque sigue habiendo hoy en día muchos movimientos políticos, especialmente por parte de países budistas (Japón, India, etc) que apoyan al actual XIV Dalai Lama, que sigue siendo reconocido como el jefe espiritual de la nación, pero en el exilio, claro.- Y que no se le ocurra acercarse por allí… ahora parece que vive en el norte de la India, por Cachemira, lo más cerca que puede estar, aunque casi nunca está por allí, ya que es el “lama itinerante”.- Obama está jugando a dos barajas recibiendo al Dalai Lama, pese a la mala cara que le ponen los chinos.- Es un tira y afloja, “hoy sonrío a India y Japón y mañana cierro acuerdos con China”. Difícil juego diplomático.

   También es cierto que el poderío chino se aplica en su parte positiva al país, pues disponen de unas autopistas que no habían soñado y los chinitos parecen estar dispuestos a ganarse a los tibetanos a base de inversiones públicas. No está mal, pero es difícil de olvidar la masacre que organizaron en los 60´s destruyendo  nada menos que ¡2000 templos o monasterios budistas!, sin contar con la pérdida de vidas humanas.

  Bueno, toda esta explicación es para aclarar el racional de que visitar Tibet es conveniente hacerlo a la vez que China; sin el visado chino no puedes pasar (se puede acceder por supuesto por el Nepal, pero no sin el susodicho visado expedido en China).

  En cuanto a las etnias, en China hay varias, según provengan de mongoles, mezcla con indios, etc, etc; es curioso que las etnias “menos amarillas” son gran minoría y se les permita tener más hijos que a los amarillitos puros. Ya hablaremos de eso.- Los tibetanos no son una excepción, pues pertenecen a una etnia específica mezcla de indio, chino y mongol, debido a su historia.- Por ejemplo, uno de sus más queridos reyes (creo que fue el quinto Lama, cumpliéndose eso de que no hay quinto malo), el astuto Songtsen Gampo, en el siglo VII fue el que forjó la nación realmente (coincidiendo con el inicio de la construcción del Potala) tras varios siglos de chamanes taiferos, casándose con dos princesas, una china y una india, obteniendo el favor de ambas naciones.- Y encima se congració con los mongoles, que le dejaron en paz, cosa harto difícil en aquellos tiempos.

  Ah, hablando de las etnias, a los “occidentales” nos llaman “narizotas”.- Para explicar todo esto, véase el dibujo adjunto que he preparado a mi aire y que no pretendo que sea nada docto, sino meras impresiones mías:

 
  Es curioso que a los chinos les gusta tener cierto parecido a la morfología occidental; se consideran más guapos los que tienen la cara manos chata, más barbilla y los ojos menos saltones. No creo que haya que explicar porqué a los occidentales nos llaman narizotas…

 Es mi percepción que los tibetanos, sobre todo los mayores, tienen la piel más oscura, su faz es menos “plana” y están bastante arrugaditos, probablemente por su mayor exposición al sol (Lhasa, en el valle, ya está a 3600 metros de altura, con un nivel de oxígeno cercano al 60%).- Y eso marca… 

   Aclarado esto de “Tibet y China”, pasemos al viaje.

 Lo hice con mi mujer entre el 25 Abril y el 9 de Mayo de 2012, en un viaje programado que me costó un poquito optimizar entre las ofertas existentes. ¿Por qué? Pues porque mis condiciones eran pasar por el Tibet y por Guilin, una preciosa zona del sur de China que hace tiempo quería conocer, al igual que el Tibet. El resto ya podía ser la China “clásica” y dejaba en manos de la agencia lo que era más interesante de ver, cosa en la que coincidían la mayoría: Pekín o Beijing, que representa la China de HOY, Xian y sus guerreros enterrados, que representa la China ANTIGUA y Shanghai que es el estandarte de la China del MAÑANA.- Más de uno dirá que es mejor ver China “a tu aire” y tiene razón, pero cuando se han pasado de los 60 y viajas en pareja a un país que la mayoría sólo habla chino (eso de que los chinos ya hablan inglés es una leyenda urbana), no deja de ser más cómodo que te lleven.- Para compensar, huíamos de las ofertas de “excursiones opcionales” que no son más que sacaperras de las agencias, cobrando mucho más de lo que vale una excursión a cuenta de la comodidad  generalizada de los turistas. Por lo menos en las ciudades con metro (Shanghai y Pekín), preferíamos usar este medio que te permite evitar el tráfico, especialmente en Pekín, francamente terrorífico. Una vez que te aclaras  con el plano, no es difícil; es curioso que el nombre de las estaciones no está explícito, pero dentro de los vagones hay indicaciones cada tres metros mostrando con una línea iluminada de dónde vienes, dónde estás y a dónde vas, por supuesto en chino y en inglés (lo malo es que les hablas leyendo a tu modo el nombre de la parada y no te entienden nada, nada y sólo te dicen “yes, yes…” casi siempre lo contrario de lo que tú piensas. acertando solo en función de pura ciencia de probabilidades).

  ¿Y por qué precisamente ahora y no en otro momento del año? Pues porque los afortunados jubilados podemos elegir el mejor momento en función de la climatología.- Hombre, no es una ciencia exacta, pero a veces la teoría de probabilidades funciona (excepto si le preguntas algo a alguien en China, que siempre sale al revés).- El problema es la variabilidad de la climatología y la enorme extensión de China; conjugarlo todo y optimizar no es fácil.- En el sur es tropical y el Tibet tiene su clima propio.- Pues bien, lo ideal es a finales de Abril, pues en Marzo en el Tibet todavía hace bastante frío y en Mayo empieza a llover más; en cuanto a China, en Guilin (tropical monzónico), cuanto más te acercas a Mayo y Junio, también llueve más.- Y en el resto, Pekin, Shanghai y Xiang son muy calurosos a partir de Junio (puede llegar a 40º).- O sea, mejor en primavera o en otoño, procurando que no llueva (primavera, cuanto antes) y otoño (que no haya tifones remanentes del verano).- Juntándolo todo à hay que ir entre 15 Abril y 15 Mayo, o ya en Octubre, con cierto riesgo.

  Otro aspecto que llama poderosamente la atención: ¡la cantidad de chinos que hay! Se nota mucho en el metro, pues una vez que estuvimos en hora punta hay auténticas peleas para entrar y salir (las puertas se cierran siempre; un chino más o menos no importa) y después, dentro de los pasillos de la estación, no queda ya espacio libre entre chino y chino. Eso sí, se lo toman con calma, andando a 1 km/h si llega.- Tienes aliento chino en el cogote, por delante, por detrás y por los lados.

  Pues claro, números cantan: China tiene 1400 millones de chinos censados (y otros 20 millones no censados, perdidos por ahí, pero, total, no importa…).

 En Pekín caben (bueno, es un decir) 25 millones y en Shanghai 27 millones, aunque en esta última ciudad, ultramoderna y mejor planificada, ¡milagro! casi no hay atascos y el metro va razonablemente bien.- 

O sea, 25 + 27 = 52 millones de chinos entre ambas ciudades, bastante más que todos los españoles en la piel de toro. Otra dimensión.- Como curiosidad, una ciudad pequeñita como Xian ya tiene 8 millones y otra que casi nadie conoce (como no sea aficionado a los osos panda), Cheng-Du, ya cuenta con más de 14 millones.- Y suma y sigue…

   Y hablando del tráfico: la regla es, por orden de importancia & respeto:

1º: los coches
2º: las motos
3º: las bicis
4º y a mucha distancia: los sufridos peatones.

¿El racional? Pues que los peatones no deben generar atascos y que con la cantidad de chinos que hay, uno más o menos ni se nota.- Si un peatón pasa por un paso de cebra, el coche que viene le pita para que se quite.

  Evidentemente, cruzar la calle en una ciudad como Pekín tiene sus riesgos; hay que ir con mentalidad de coche.

   Por cierto, en China a los extranjeros no se les permite conducir (el permiso que tienes no vale ni hay convalidación), por lo que no existen ni los AVIS, ni los HERTZ ni nada por el estilo.- El foráneo, con chófer; más seguro y menos paro.  Tiene su lógica: la conducción en China se rige por la ley del más fuerte y del que más pita. Los cambios de carril en las autovías son rapidísimos (un infinitésimo es allí el tiempo entre el bocinazo y el meterse en el carril de al lado). A los chóferes se les hace un examen muy especial; no todos valen (¡claro!).

 Con eso de que iban siendo muchos chinos, a los previsores amos del estado se les ocurrió que había que poner coto a aquello y les limitaron a sus ciudadanos las coyundas nupciales sin protección para no tener más de un hijo (con las excepciones mencionadas en determinados lugares y a ciertas etnias); si metían la pata o lo otro demasiado, multa al canto. Y no despreciable, pues es del orden de 1000 euros (tener en cuenta que el salario mínimo no llega a 700 y que cobrar más de 1000 por mes ya empieza a ser un buen sueldo). Si nace una hija, hay una única dispensa. Ahora se está flexibilizando esta normativa y se quiere promocionar chinitos que vayan al campo (si no, ¿quién les alimenta a tantos?) Tierra todavía sobra. Ahora están buscando un gen que haga que los niños ya nazcan agricultores (me lo he inventado, pero seguro que alguien le está dando vueltas al tema genético).

  Allí sigue siendo desgracia para los padres que tengan una niña, pues cuando se case, desaparece, pues pertenecerá al marido (y a sus padres). Como en la familia todo está muy racionado, las féminas no tienen suficiente en muchas ocasiones ni para comer más de una vez por día; así caen en las garras de los miles de empresas que se dedican a la confección, verdaderos monstruos (ríanse del Corte Inglés) que incluso las alojan y las dan - ¡más de una comida! - al día. A cambio de esto, ya se sabe, como maquinitas: dormir –coser-coser-coser- dormir.

   Para compensar un poco todo esto en la relación hembra-varón, ahora se les ha ocurrido redescubrir la dote a la china: es el novio quien tiene que aportar, y no sólo que tenga algún trabajo, sino además coche y piso.- Como aquello es un comunismo más o menos disfrazado de capitalista, el estado le presta generosamente los medios para comprar un piso y ya le tiene pillado al incauto noviete.- Ah, y si es primogénito (lo que parece casi un chiste por la obviedad) encima tiene que acoger a los padres, que a partir de los 70 años normalmente se les acaba el derecho de propiedad de su vivienda, entrando en un retiro no muy dulce, disfrazado de una pensión mínima.

  Ya veremos cuando hablemos de Shanghai cuál es el misterio de su increíble productividad; trabajar como chinos sigue siendo absolutamente cierto…

  El resultado de todo esto es que los chinos se conforman, pues no ven más alternativa ni horizonte desde debajo del zapato estatal. Los que no lo hacen, emigran.- No hay más que ver nuestro entorno.

  Hay desde luego esfuerzos para el desarrollo (escuela de idiomas, etc), pero como son tantos, tantos, los pocos afortunados que logran destacar se cuentan con los dedos.

  Eso sí, son muy amables y corteses; siempre te atienden, te sonríen, te dicen lo contrario de lo que les preguntas (sin querer) y hasta se levantan para cederte el sitio en el metro (bueno, esto no siempre).

   ¡Me estoy desviando del viaje! Vayamos, pues, a la parte turística.

 De forma secuencial:

 Primero, Pekín, o Beijing, como se la conoce ahora.- Una  leyenda urbana que no es tal: sí que hay contaminación, de ahí que sea muy frecuente ver gente con mascarilla, hasta los turistas. No es, pues, como en el Japón, que se la ponen para evitar contagiar a un tercero.- Y es que aquello parece un hervidero de coches, lo que, acompañado de las condiciones climáticas, hace que exista una permanente neblina que filtra el sol.- No se ve el cielo azul.- Aparentemente no se nota, pero es normal que al cabo de tan solo un día tengas molestias en la garganta (yo no las tuve, pero acepté que un alma generosa me dejase una mascarilla, que utilicé en parte)

   Nos hablaron que había una calle peatonal en la que había un mercadillo curioso en la que se ofrecían viandas exóticas, como escorpiones, gusanos, arañas y cosas así (estación de metro de Wangfuying). Fácil de encontrar, pues hay una gran concentración de personas tras una de esas puertas chinas tan coloristas. Yo, que me las doy muy de machito con las comidas, confieso que no probé aquellos pinchos de escorpiones -¡vivos!- que me ofrecían. Se me quitaron las ganas y me conformé con un sabroso rollo de primavera gigante que se hacía delante de ti. Desde el final de la calle se puede ya caminar hasta la famosa plaza de Tianamen (ya se sabe, tián y amén), que merece la pena de ver iluminada con la fresquita. En un lado de la enorme plaza –la más grande del mundo- y en la entrada a la ciudad prohibida, preside el lugar un enorme también cuadro de Mao con gesto beatífico. Y los soldaditos, todos muy jóvenes, haciendo un marcial cambio de guardia.- Ah, y dentro de la plaza hay que ser muy cauto, hasta con lo que se dice: aparte de cientos de cámaras de vigilancia, hay “voluntarios” con buen oído, tanto en chino como en inglés. Podría ser una leyenda urbana, pero de las cámaras doy fe.

  Y al día siguiente, más plaza, ya de día y con nuestro guía. Había otro cuadro grande al otro lado, aparte de enormes paneles electrónicos difundiendo aparentes alabanzas hacia el padrecito estado, y que mostraba al primer presidente de la república, Sun Yat-sen.

  Ah, el famoso asunto del estudiante delante del tanque en la única vez en la historia reciente que a los (estudiantes) chinos se les inflaron los … ésos, sencillamente ha desaparecido de la historia, de los libros y de la prensa.- Hoy en día nadie sabe cuántos muertos hubo de verdad en la brutal represión en la época del sucesor de Mao –Deng Xiaoping- en 1989. Parece que en la época actual, con la apertura a occidente y la globalización, hay más “flexibilidad” y se hacen las mismas cosas, pero con guantes de seda. La sensación que da es que todo el mundo lo sabe, pero calla y otorga, pues hay que apretar los dientes y sobrevivir.

   No me voy a detener a partir de ahora en muchos detalles, pues se supone que esto son impresiones  mías y para estos detalles están los cientos de fotos que he hecho (ver códigos al final).

  Pasamos debajo del gran retrato de Mao al recinto de la Ciudad Prohibida, vestigio antiguo de la época de los emperadores en el mismo corazón de Pekín.- Yo ya conocía una ciudadela china en Vietnam, pero aquello no era lo mismo: era como una “matrioska”, sólo que en ciudad, de templos y murallas.- Pasabas de una puerta en un templo a una enorme plaza y de ahí, por otro templo similar, a otra plaza, y luego a otra y a otra… La verdad es que grandioso; pocas veces he sentido tan claramente la sensación de amplitud.- Había muchísimos visitantes, pero no faltaba sitio cómodo para 20 veces más… Curioso lo de los enormes “barreños” de cobre por todos lados, que servían para disponer de agua en caso de incendio (la madera es lo más utilizado). Y es curioso que no haya habido más que unos pocos incendios por rayos, que se sofocaron quizás gracias a este sistema…

   Por la tarde visitamos la ciudad olímpica, con su estadio en forma de nido de pájaro gigante y un tal “cubo” para albergar a las piscinas, que no me dijo nada, pues era solamente eso, una caja de zapatos plana de color azul. Eso sí, el espacioso conjunto impone, y en particular un rascacielos de formas extrañas (simula la cabeza de un deportista corriendo con la cabellera al viento), hotel donde se alojaban los olímpicos.

   Por la noche degustamos el “pato laqueado” clásico de Pekín; bien, pero me quedo con el magret de canard… Y siempre con esas jodidas mesas giratorias, que siempre que vas a echar mano de algo, está al otro lado.

  Al día siguiente, hacia la famosa gran muralla, previo paso por una enorme fábrica de cerámica (pero a partir del bronce, lo que lo hace menos delicada), concertada, claro.- La verdad es que hacen maravillas con las manos; son unos artistas.

  La muralla me decepcionó al principio, pues no parecía tan grande, pero es que es muy larga, claro.- Y vaya pendientes que tiene, pues sigue la orografía, naturalmente.-  Había dos sitios para visitar, con panorámicas distintas, así que me puse en marcha cámara en ristre para tener el tiempo suficiente de visitar ambas.- Pues eso: andar, subir, fotos, bajar, más fotos, subir, otro mirador, más fotos y bajar. Sudé bien la camiseta, y eso que hacía fresquito.- Ahora disfruto de la muralla al ver las fotos…

  Por la tarde, paseíto llano por el camino sagrado de la dinastía Ming, bonito jardín con muchas estatuas de animales reales mezclados con mitológicos y las efigies de los diferentes emperadores.

  Al otro día vimos el Templo del Cielo, hermoso recinto coronado por un templo circular, donde se supone que los emperadores rezaban para obtener buenas cosechas.

   Nos ofrecieron una excursión opcional que incluía visita al templo tibetano de Pekín y preferimos verlo “a nuestro aire”. Hicimos bien, pues tiene estación de metro al lado (Lama Temple –> Yong Hegong).- La verdad es que me encantó.- Te inundas de policromías, a cual más preciosa.- Y viéndolo con calma, se disfruta de un poquito de espiritualidad, de nuevo rodeados de una ciudad frenética… Ah, para los >60 hay descuento, aunque seas extranjero.

   Y salida en vuelo hacia Xian, situada hacia el suroeste de Pekín. La misma neblina, pero se suponía que allí no había contaminación… Es más montañosa, al menos, en las cercanías.
 Pues sí, aquélla era la ciudad de las primeras dinastías y de donde salía la Ruta de la Seda, bueno, las rutas, pues eran dos: una terrestre atravesando el desierto de Gobi (es la que hizo Marco Polo, así que no era de extrañar que tardase tanto, pues encima daba un extraño rodeo por el norte) y otra fundamentalmente marítima, que se usó más posteriormente.

   Guerreros de terracota, descubiertos no hace mucho y que han dado un auge espectacular a la ciudad: ¡vaya pasada! Cientos y cientos, a tamaño natural, visitables en varios pabellones (inmensos, claro) cubiertos, y encima todos distintos, tanto por las facciones como por los símbolos del cargo. Por cierto, cuanto más cargo, más altos: los generales ya miden más de 1,90.

   Después, visita a otro gran centro ajardinado con muchos templos, coronados por una majestuosa Pagoda de la Oca Silvestre. Todos los templos budistas, claro.- A destacar un mural precioso con pasajes de la historia de Buda. Por cierto, hay una curiosa mezcla de presencia de dioses de tipo hinduista conviviendo con el budismo; sin embargo, de Confucio, que sí he visto en Vietnam, nada de nada.

   A mencionar aquí que los chinos son hoy mayoritariamente ateos, aunque he visto señales de fervor budista con sus ofrendas incensiarias. No he visto iglesias cristianas, ni católicas ni protestantes; después me enteré que el gobierno no permite expansiones de la religión en el país, bien es verdad que ni de la cristiana ni de la musulmana (ni iglesias ni mezquitas, pues)

  Precisamente visitamos esa tarde una mezquita en el antiguo barrio musulmán (si bien es cierto que de musulmán, poco; chino, chino, pero algo más cutre). Y la Gran Mezquita, igual; de tonos grises por el tiempo, de madera, compuesta por varios templos de corte chino con un leve deje de musulmán en el interior, pero como anécdota.- No ví a nadie rezando en posición cúbito-supina. Y pocos visitantes, por cierto, lo que conllevaba una agradable sensación de paz.

  Allí nos separamos del grupo en el que estuvimos en Pekín y Xian y nos dirigimos al Tibet.

  Es curioso que no tenga aceptación en comparación con la China clásica; ¡pocos van al Tibet! Debe ser por las cortapisas políticas y la relativamente escasa oferta turística, comparativamente con China. Me dio la sensación que la mayoría van como borregos a los mismos sitios: Pekín, Xian y Shanghai y no visitan ni siquiera Guilin.

  Tras un vuelo de tres horas desde Xian nos plantamos en Lhasa; durante el vuelo, sobre todo al final, pude vislumbrar entre nubes las formaciones montañosas tibetanas, al norte del Himalaya.

  Lo ví más ocre de lo que esperaba; luego me aclaré que como estábamos justo antes del comienzo de la estación lluviosa, el campo estaba más seco.

 Es curioso que hace más o menos el mismo tiempo cada día, y eso que según contaron, este año 2012 es más lluvioso en China en general.- En Lhasa, desde hacía más de un mes, todos los días igual: por la mañana, frío y despejado, al mediodía, primaveral con nubes y por la noche, algo de lluvia –poco- o hasta nieve.

  En fin, agradable para pasear.

 Por cierto, no noté aparentemente lo de la falta de oxígeno –no sentía más cansancio o dificultad para respirar- pero por la noche, al acostarme, por dos veces me pasó que sentía que me faltaba el aire (también contribuía la dureza del colchón, que allí se estila como una tabla), por lo que tuve que levantarme varias veces para al fin poder conciliar después el sueño. Es normal al parecer sufrir mareos y te recomiendan que no te fatigues, sobre todo al principio, hasta que te acostumbres.- Y en la habitación te ponen una bombona de oxígeno, de las grandes, pero no puedes utilizarla libremente (habrá que avisar en recepción).- Me dijeron que hay un médico las 24 horas en el propio hotel.

  La verdad es que una de mis mayores ilusiones antes de iniciar este viaje era ver el Potala, el famoso templo tibetano situado en una colina dominando Lhasa.- Efectivamente, desde el propio hotel se le podía ver saliendo a una terraza y allí recibí la primera impresión óptica fuerte: ¡allí estaba! Majestuoso, misterioso en la lejanía y destacando claramente sobre la ciudad.

  Total, que sin hacer ni puñetero caso a las recomendaciones de quedarse en el hotel varias horas para irse acostumbrando a la altura, allí que nos dirigimos, pues se podía llegar perfectamente andando, entre que respirábamos el ambiente de Lhasa.

  Llegamos además en el momento en que se ponía el sol, de forma que pude captar varias imágenes del monasterio al atardecer y según se iba iluminando con la llegada de la noche. En aquél momento oímos una música en “estéreo” en la plaza principal y observamos que la gente empezaba a bailar al son de la misma. ¡Qué espectáculo!  El Potala a un lado, la enorme plaza por otro, la cordillera al fondo y todo ello enmarcado por aquellas melodías que lanzaban a mayores y niños a bailar todos juntos.- Total, que me metí en medio y me uní con mi cámara al festejo…

   Desde luego, la temperatura por la noche estaba empezando a bajar de forma notable, así que bailar era una forma de mitigarlo.- Lo malo es que cuando paras ya sí se nota, de forma que volvimos al hotel en un triciclo de ésos que se veían por ahí, con un “chófer” que debería pesar la mitad que yo.-  Por obvias razones físicas, en cuanto llegó un repechón, el pobre hombre ya no podía con los 160 kgs que pesábamos (casi 100 eran los míos, claro) y se las apañaba para enlazar trayectorias ondulantes de un lado al otro de la calzada para mitigar la pendiente. Afortunadamente para él, la cuesta no era muy larga y arribamos a buen puerto; la verdad es que por poco más de un euro que costaba aquello, no se compensaba el esfuerzo del hombrecillo.

   Al día siguiente ya nos encaminamos para hacer la visita al palacio de Potala (suerte que ya teníamos cita, pues de otra forma no hay manera de verlo). El Potala, comenzado a costruír en el siglo VII por el famoso Lama V, se divide en tres colores: granate (la parte religiosa donde están las tumbas de todos los Lamas, excepto uno, que yo recuerde), amarilla (la política con los despachos de cada Lama, sus salones de recepciones, etc) y el resto, blanca.

  Es curioso que todas las mañanas, desde muy temprano, nuestros colegas los jubilados se dedican durante varias horas - ¡y todos los días!- a  dar vueltas al palacio al mismo tiempo que “repasan” dando vueltas al cimborrio ése o como se llame en el que están las consignas de Buda y las oraciones.- No sé si rezarán mucho, pero indudablemente la combinación de ambos movimientos, el de andar por un lado y el dar vueltas al chirimbolo por otro, no deja de ser saludable.- Y digo los jubilados, porque los que no lo están se supone que están trabajando, claro.

  Y la subidita se las trae; para disimular la fatiguilla, de vez en cuando me paraba a hacer fotos…

  Una vez arriba, gran desilusión de fotógrafo: ¡no dejan hacer fotos del interior, en especial de los recintos religioso y políticos!.- Así que, no las hay en el reportaje; compré un libro para tener un recuerdo de alguno de estos interiores. Tratando de resumir, nunca en mi vida había contemplado tal abanico de policromías: dorados, granates y amarillos era lo que predominaba.- Como ya dije, todo está compartimentado: el despacho del lama x, la tumba del lama y, etc.- Parecía que estabas en otro mundo y aquello no se terminaba nunca; siempre había una nueva estancia, y otra y otra…

 A destacar que la tumba del Lama V, la más grande, era de oro macizo, mientras que las demás era con lámina del mismo metal.

  La verdad es que daba la impresión que los lamas no vivieron mal en su época dorada, pues el Potala es el palacio de invierno y hay otro, en un extremo de Lhasa en medio de un gran parque realmente frondoso, donde se ubica el palacio de verano de Norburlingka.- Obviamente, más pequeño y compuesto de varios edificios, es un lugar muy agradable, protegido por zonas boscosas, indudablemente fresco en verano. Fuera de la zona de los palacios, enmarcada por una muralla, hoy la gente viene a acampar, tomarse una merienda, etc. sin mayores problemas.- Interesante para los mochileros…

  También visitamos el Monasterio de Sera, que es realmente donde viven los monjes, a unos 8 kms de Lhasa.

   Realmente, el contraste es brutal. Hombre, no es un conjunto de chabolas, pero los monjes no es que vivan precisamente rodeados de lujos, sino más bien todo lo contrario.- Se ve todo un poco abandonado y con claras señales de pobreza.- Para que tomen nota los amigos de los lujos en el Vaticano; aquél monasterio, que más que tal es toda una ciudad, bueno, un pueblo grande más bien, es un símbolo de la sencillez y la vida monástica “de veras”.

   A cierta hora de la tarde, se reúnen durante unas tres horas en una especie de recinto amurallado, se sientan en el suelo y debaten.- Sí, debaten, como si aquello fuera una sala de un juicio, con sus abogados defensores y fiscales.- Sobre los temas que decidan en un pequeño grupo, se ponen a discutir y defender una u otra posición, con bastante vehemencia, por cierto.- Para “transmitir” la idea, se acompañan de un gesto de atrás hacia adelante que termina con un golpe de puño contra su mano, simbolizando que dicha idea quede imbuída en la mente del oponente.

 Todo este evento es compartido con los turistas, aunque como ninguno habla la lengua vernácula, pues no pueden participar.

  Otro día nos dedicamos a visitar el otro gran monasterio de Lhasa, el de Jokhang.  Dejaban hacer fotos, pero no en ciertos recintos, de manera que el reportaje tampoco está completo.- En cualquier caso, aparte del propio palacio en sí, que es lo que parece más que un monasterio, sólo con pasear por la terraza viendo su extraña arquitectura (tiene una hendidura longitudinal que deja ver desde arriba el piso inferior) y disfrutar de las vistas, ya merece la pena la visita. De nuevo una panoplia de colores, zonas sagradas, de manera similar al interior del Potala. 

  Muy pintoresco es el mercado Barkhor, que rodea al monasterio de Jokhang, con sus calles sin orientación –te puedes perder con facilidad si no llevas brújula- al no ser ninguna de ellas paralela a otra.- Es una aglomeración de tiendecillas, unas de puestos ambulantes y otras incrustadas en los bajos de las casas con salida a las callejuelas. Un ambientazo, válgame el Cielo … y en cada esquina, una reata de militares chinos, unos 5 o 6, muy jovencitos todos, jugando a las cartas con los policías “municipales” (ya más talluditos) y echando una displicente ojeada a su alrededor de vez en cuando por si algo no iba bien.- Ah, y si te pillaban haciéndoles una foto, cámara confiscada ipso-facto, según me advirtieron.- Así que me limité a sacarles de espaldas, no tentemos al diablo… Para desentumecerse, de vez en cuando daban una vueltecita desfilando marcialmente como una patrulla, con sus kalachnikofs y granadas de mano bien visibles.

  La verdad es que parecía muy exagerado, dada la tranquilidad que se respiraba por allí, dando la impresión de estar un poco fuera de lugar. En fin, cualquier día sale una revolución budista (como la que hubo en Birmania no hace mucho) y los chinos prefieren tenerlo todo muy bien bajo control.

  La verdad es que todas las visitas fueron muy interesantes, pero me sentía algo decepcionado por no haber podido visitar más de cerca algunos otros monasterios (de los pocos que habrán quedado en pie tras la marramachada que hicieron los militares chinos cargándose a casi dos mil de ellos) o acercarme más a las fronteras del Tibet con el Nepal, hacia el Himalaya y llenarme con el espíritu tibetano un poco más, fundirme algo con la paz de aquellos paisajes, pero en fin, no se puede tener todo.- Otra vez será.

  Está claro que para ver China y el Tibet bien hay que organizarse con viajes privados, que valen el doble, por supuesto, y hacer algo parecido a como experimenté en Birmania hace años, donde fui completamente solo a mi aire (dentro de lo que la agencia estatal con  la que contacté directamente me dejaba, claro). 

  Bueno, aeropuerto y escala en Chengdu, a medio camino de Guilin.- Durante el vuelo y por unos instantes, pude vislumbrar en su plenitud la cordillera del Himalaya; con el zoom al máximo, creo que logré encontrar el Everest o Cholumugma, como se le llama en Tibetano (¿no era el Kunchingjunga?), pues destacaba claramente y su forma era aquella. Parecía un mar de montañas, qué barbaridad…

   La escala en Chengdu debía ser un clásico, pues al final del día seguías volando a tu destino y así te llevaban a ver el parque del Oso Panda entre ambos vuelos.- Según nos decían, el 85% de los osos panda estaban todos allí (el 100% de los que estaban en libertad) y el 15% restante estaban en zoos del resto del mundo.- Es una extensión de terreno muy amplia, donde los ositos están cuidados y tienen lugar de sobra para el esparcimiento, como Cabárceno en Santander.  La verdad es que si me tengo que reencarnar en un animal en otra vida como muchos creen por allí, me pido ser oso panda en el sitio aquél. Como además les preocupa mucho la procreación de la especie de forma natural, ponen todos los medios para que los osos se “animen” con las hembras y que no tengan el menor trauma o stress que les perjudique en ese cometido. Y tampoco tienen que preocuparse por la economía circundante, no hay paro, ni déficits ni leches. Un paraíso, vamos…

  Y los ositos, más que una osada, son una monada.- Parecen humanos en sus gestos y actitudes, tanto al comer como en “sociedad”.- Y son completamente pacíficos, al parecer.- Otra razón para ser elegidos como potencial reencarnación…

  Obviamente llegamos por la noche, tras el segundo vuelo del día, muy tarde a Guilin.  Sorpresa con aquella ciudad, pues es de largo la más bonita que habíamos visto: con lagos interiores, edificios relativamente modernos y no un monstruo de tamaño.- Se ve que ha crecido al amparo del turismo, tanto nacional como internacional.- Ciudad cosmopolita, vamos, y en cierta forma se parece a las “europeas” (y sin el euro).

   A la mañana siguiente, el consabido paseo en barco por el río Li Jiang, toda la mañana y comiendo a bordo.- Paseo muy bonito, pese a lo turistizado del asunto (hombre, barcos había de sobra, el río es grande y no hay aglomeraciones, así que no nos quejemos…)

  Las famosas montañas no parecen reales; según los chinos, es una tradición y recompensa  visitar Guilin al menos una vez en la vida; para ellos es como si fuese un paraíso en la Tierra.- Es impresionante verlas en el horizonte tal que fueran ondulaciones del terreno o trenes de ondas.

  Después visitamos los alrededores, haciendo hincapié en los poblados antiguos típicos chinos, donde se percibe cómo era China hace unos años.- La China rural, en una palabra: los arrozales, los paseos por el río en barquitas de cañas, las casas y su sencillo encanto rústico… Te sientes transportado a otra época.

  Visitamos la Cueva de las Flautas de Caña, con fama de tener las oquedades más grandes dentro de una gruta. Sin despreciar otras estupendas grutas en España, es cierto que la oquedad mayor es impresionante.- Casi molestaba para mí tanta iluminación colorista que le da aspecto de feria, pero no hay duda que es bonita.

   Tras percibir toda aquella majestuosidad paisajística de Guilin contrastando con la sencillez del entorno, viaje hacia Shanghai, la segunda ciudad de China y la primera por habitantes: los 27 millones censados. ¡Qué bestias!

   Y lo impresionante no es eso, sino que Shanghai se ha convertido en lo que es solamente en los últimos 20 años, pues antes era una ciudad mucho más modesta y con cierto misterio, como se ve en una película con Rita Hayworth y Orson Welles -La dama de Shanghai- que tiene por cierto nuestros mismos años: fue rodada en 1947.

   También es la ciudad más cosmopolita, pues de esos 27 millones, casi 10 son foráneos, según me han dicho, aunque no da esa impresión. De cada 100 personas que veía, extranjeros serían no más de 10 como mucho, pero en fin, estarán en sus casas.

   Para el auge o el desarrollo de aquella ciudad, la verdad que es ultramoderna y llena de rascacielos (ríase uno de nueva York), el secreto estriba en el ritmo de trabajo chino: continuado de 24 horas al día, en dos turnos de 12 horas.- Y durmiendo en la obra.- Así les sale que un rascacielos se levanta en un mes.- Me parece increíble tal aseveración, pero así me le han dicho.- Será siempre que no les fallen los suministros, claro, y aun así es duro de creer.- Pero aunque fueran dos o tres meses por edificio…¡qué bestias! Imposible competir con eso…

  Hombre, también visitamos el Shanghai antiguo a le vez que nos mostraban cómo se hacían los artículos de seda en una fábrica, localizada en el cogollo. Al dar una vuelta por los alrededores entre que la guía – muy guapa e intuitiva, por cierto- cumplía con su objetivo de lograr vender edredones de seda a los gregarios turistas, me dijo al ver mi cara de aburrimiento que merecía la pena dar una vueltecita por ahí (por eso lo de intuitiva). Y la verdad es que sí; me recordaba aquél barrio a Hanoi, la capital de Vietnam, un poco cutre –las instalaciones eléctricas en la calle son de lo más pintoresco con sus cientos de nudos y revueltas y se usan hasta para colgar la ropa tendida – y también ves cómo en los mercadillos se desolla casi vivo a un pobre pato para que te lleves la carne fresca, sin necesidad de congelar.- Los edificios, feillos, feillos, en contraste con la preciosidad de los nuevos rascacielos en el centro de la ciudad, en la parte noble.

  Nos acercamos en el flamante metro de la ciudad, mucho menos congestionado que en Pekín, al corazón de la ciudad.- Nos subimos a la torre de la televisión, desde la cual se podía ver el flamante nuevo edificio más alto (lo fue del mundo, antes de la torre de Dubai), el Business Center, algo así como las antiguas torres gemelas de Nueva York frente al Empire State.

 La vista desde allí merece la pena: tienes la ciudad a tus pies.- Como coincidió con el atardecer (se tarda bastante en subir, pues hay que coger varios ascensores y hay colas chinas), llegamos arriba ya casi de noche, pero el espectáculo es casi más bonito: la ciudad es preciosa, toda iluminada, con los meandros del río casi a medio kilómetro a tus pies.- Hay varios observatorios repartidos en varios pisos, uno de ellos tiene el suelo transparente; me hizo gracia que pasó por allí un grupito de chinas todas ellas cogiditas de la mano pegadas a la pared, por el vértigo que les daba sentir que estaban de pie “en el aire” a 400 metros del suelo… (no se fiaban de la resistencia del material plástico transparente, claro)

  Al día siguiente, ya de forma “oficial”, visitamos el Templo del Buda de Jade (otro templo budista típico, con sus ofrendas incensiarias).- Me resultó chocante ver a una flamante chinita minifaldera subida en tacones kilométricos toda fervorosa con sus ofrendas… signo del contraste de los tiempos y las costumbres.

  Asimismo, como el templo está localizado en medio de los rascacielos, resulta un curioso contraste arquitectónico.

  Después de un paseo por el Malecón, centro neurálgico que alberga alguno de los antiguos edificios señoriales de la ciudad, nos acercamos a unos jardines en una de las zonas más antiguas de la ciudad: los jardines de Yu-yuan, dentro a su vez de un barrio lleno de casas señoriales –nada cutres aquí- que dejaban ver una China diferente, siempre con el consabido contraste entre arquitectura señorial antigua y la ultramoderna asomando por el fondo con las conocidas torres.

  Y al día siguiente, de vuelta.- 

   Otro contraste: el tiempo parecía haber pasado muy deprisa – los 15 días habían pasado volando (lo cual es también cierto, pues nos recorrimos China de Noreste a Suroeste y de Sur a Este), pero por otra parte, teniendo en cuenta todo lo que vimos, parecía mentira que solamente hubieran sido 15 días y no más. Apetece verlo todo más despacio; está claro que en China hay sitio de sobra para perderse…

   Adjunto una selección de las muchas fotos que hice, siguiendo el mismo orden de la crónica (secuencia del viaje) y con explicación de los lugares.
  Dejo aquí, a modo de firma, una mía al lado de un dragón antiguo, símbolo de este país:


 
Dedicado a cualquiera que se anime a visitar estos entornos tan atractivos e interesantes.



6 comentarios:

  1. Importante viaje y mejor reseña del mismo. Qué de recuerdos me ha traido de aquel que yo realicé el 74. Enhorabuena y abrazos.

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  2. ¿No tenemos en Occidente un poco idealizado el Lama y el Tibet?. Los monjes budistas ¿como consiguen el sustento?. ¿Trabajan?. Las teocracias ¿son formas de gobierno que procuren el progreso de las personas?. Qué era preferible ¿el cura Merino o Napoleón?
    Tengo serias dudas.
    Cerdán

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    1. Mi mujer y yo coincidimos hace no mucho, tres años me parece, en el mismo hotel donde se hospedaba el Dalai Lama. Era el más lujoso de Freiburg-im-Brisgau, una encantadora ciudad de Baden de la que se puede alabar todo menos los precios. La doble standard del hotel no bajaría de €300 la noche (nosotros tirábamos con pólvora del rey, aviso; era un viaje de trabajo de mi mujer y yo iba en calidad de 'señora de'), así que la cojosuite para dalais lamas no creo que bajara de mil. ¿Es para escandalizarse? Pues no. Los presidentes de los diversos supremos van aún más a lo loco, y nadie ha pedido todavía que les metan en el trullo. La vida de los intermediarios entre Dios Todopoderoso (el que sea; como bien sabéis, son innumerables) es así, en Freiburg y en Lhasa, y no digo más sitios para que no se me tache de 'políticamente incorrecto'. La foto de Antonio Aberturas, 'monjes tibetanos contando billetes', no puede ser más expresiva (no os perdáis su 'report' sobre Tibet; se complementa maravillosamente con este de Kurt). Sobre las teocracias, los que hemos visto miles de veces entrar a Paco Bajo Palio no necesitaríamos preguntarnos nada, y la disquisición sobre el cura Merino y Napoleón se resuelve considerando, simplemente, que Bonaparte fue un gran hombre; mejor nos habría ido si después de José I hubiéramos tenido un José II, luego un José III y así ad infinitum. El que Álava venciera en Vitoria es para que lo lamentemos muy sinceramente, nosotros y los elefantes de Botswana.

      Alfonso el Cándido

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    2. En cuanto al Dalai Lama, seguro que todo lo que hace está subvencionado por los países budistas mencionados, India y japón en particular. Nada comparado con los lujos de los Dalai Lamas anteriores, de forma que ya te puedes imaginar el boato que rodeaba a los de entonces.- Pero en el Vaticano ha pasado y pasa lo mismo...

      Lo que sí me llamó la atención -por contraste- es que los monjes de Sera (todo un poblado) viven en un entorno de relativa pobreza; lujos, cero.- Tampoco creo que trabajen mucho, excepto para sus necesidades cotidianas.- Los chinos no creo que les subvencionen mucho, desde luego.- Igual se dedican a algo más, no lo sé.-

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  3. Kurt, tus fotos son extraordinarias, pero al cabo de las quinientas primeras se echa de menos un pie de foto; no en todas, pero sí de vez en cuando. En cualquier caso lo he pasado muy bien estudiándolas, y bajándome las mejores para poder tirarme un moco de vez en cuando y decir que las hice yo :)

    Alfonso el Pirata

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    1. ... por eso decidí que era bueno poner una "alternativa" con una selección de poco más de 100 fotos solamente, que canse menos.
      Las demás complementan el reportaje y -como todo- se puede mejorar (lo que pasa es y está dedicado al que le interese experimentar el viaje desde la comodidad del sillón y no se va a parar a mirar más detalles)
      Y eso que he quitado las personales y las películas... uuf

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