El color de nuestro otoño, por Kurt Schleicher



 Estamos en el otoño de nuestras vidas. Como todos tenemos ya –o casi- 65 años, parece evidente. ¿Y…? 

Así dicho, suena un poco pesimista, pero si pensamos más despacio, no lo es realmente. Reflexionemos un poco.

 Sí; si dividimos el año por sus estaciones, se presta a los símiles: los primeros años son el esbozo de la juvenil primavera, los primeros “brotes verdes”, nuestros momentos en el Ramiro, nuestros momentos de formación… cuando pasamos de brotes a algo más. Alguno hasta se deja la crisálida. Según avanza la primavera, nos vamos desarrollando de forma cada vez más pujante, los deportes, el gimnasio, los retos escolares, el Brañas, D. Antonio, los sobres y carta, nuestros primeros e inocentes escarceos, las primeras sangres alteradas con Pilar Gálvez, “iuventutes imperiales” y a la derecha, ¡ar!, sueños de grandeza, las reválidas y, finalmente, la prueba de madurez, o eso creemos. ¿Hemos llegado al clímax? Pues todavía no, pero la curva de crecimiento ya parece que se va estabilizando. ¡Estamos en la cresta de la ola!

   El verano está ahí, a la vuelta de la esquina. Nos vamos haciendo hombres  y el futuro nos parece muy amplio. Ahora hay que arremangarse, no sólo porque viene el calor, sino porque hay que enfrentarse a los retos de la vida, los de verdad, los que nos marcarán y determinarán nuestro futuro. Nuestras novias; vamos todavía al final de la primavera como las abejitas, de flor en flor, y si alguno tiene éxito, hasta vamos dejando algún polen por ahí. La pujanza en su esplendor. El momento es hoy y el mañana un reto.

   Al final de esta maravillosa primavera por fin nos dejamos atrapar por alguna mariposita más “avispada” y se nos aparece el instinto de supervivencia, en clara pugna con el de sostenimiento de la especie y los impulsos de continuidad. Y empezamos a tener algún descendiente. Y la vida cambia de forma relevante: nos hemos encontrado con un gigante que se nos mete en la sangre: el sentido de la responsabilidad. Ya estamos empezando el verano y aparecen los primeros frutos y las flores se nos han ido cerrando. ¡Ay, qué pena! Ahora ya parece que las florecitas primaverales están más lejos, ya no huelen igual, y ahora nos vamos comiendo los frutos que con nuestros sueldos nos vamos ganando honradamente. Y suavemente, traicioneramente, el verano va pasando cada vez más rápido. Todos los días parecen ya iguales; sin darnos cuenta, imbuídos por nuestras obligaciones, nuestros hijos van creciendo y nosotros, madurando.

  Los días de Septiembre, finales del verano, son los de la culminación y la época de la vendimia: recogemos nuestros caldos y saboreamos nuestro propio vino. Pero todavía no es el momento: el vino debe estar todavía en barrica para alcanzar su mejor sabor.

 Y eso sucede en el otoño. La mejor época de nuestra vida. Y es nada menos que AHORA.

 Podemos mirar hacia atrás sin ira. Aún queda mucho para el invierno. Sí, es cierto que se nos caen las hojas, pero las que quedan van ganando en color: del verde pasamos al amarillo, al ocre, al rojo en una sinfonía de colores jamás alcanzada hasta este momento. ¡Qué riqueza! ¡Qué placer! Podemos aprender a disfrutar del momento, del presente, reconocerlo y saborearlo como un buen vino, paladearlo y disfrutar de la variedad de sus sabores. Ya hay tiempo para todo, podemos dar lo mejor de nosotros mismos y gozar al compartirlo. Hay tiempo para pensar, para reflexionar, para crear y encontrar en cada momento maravillas que no imaginábamos que existieran.- Los retos se han convertido en oportunidades y están ahí, al alcance de la mano.

  Es el momento de saber mirar y de paladear lo que vemos.

  No hay que ir muy lejos. No es preciso ir a los confines del mundo para encontrar la belleza otoñal, aunque los matices de los lugares lejanos y exóticos son también enriquecedores.

 Si es que la tenemos aquí al lado. No hay más que abrir los ojos y saber mirar y observar, más que ver. Sin ir más lejos, aquí y ahora, en este otoño del 2012, el de los 65 años de sesentines y no sesentones, en el parque del Retiro, a unos minutos andando… aquí está para el que quiera saborearlo. Aquí, en el anexo.

 Y la vida sigue; nuestro presente es tan bello que no hay necesidad de mirar al futuro… ¡ya podemos dejar del lado al gigante de las responsabilidades! Lo que hayamos plantado, ya estará crecido y se desarrollará por sí mismo; necesitará menos de nosotros, que cada vez nos dedicaremos más a compartir sus momentos y estar ahí… y SER.

 La crisis. ¿Qué crisis?

Anexo: los colores del otoño en el Retiro, un día de comienzos de noviembre en este 2012.

1:  El amor húmedo

2: Un sueño otoñal

3 y 4: La historia en contraluz: barras no son barreras.

5 y 6: Simbiosis

7 al 14: Los colores explosivos del otoño

15 al 19: Los colores sosegados del otoño

20: Venciendo a las sombras

21: Belleza lejana en granate

22 y 23: Las hojas que permanecen son las más bellas

24: Belleza cercana en granate. Las nervaduras de nuestra vida al descubierto

25: Pendiente abajo, pero felices.

26: El otoñal autor…


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