...por José Enrique García Pascua
Durante el pasado mes de
marzo he realizado un agradable e instructivo viaje a la isla de Creta, con el
principal objeto de contemplar los restos arqueológicos de antiguas
civilizaciones que allí hay, pero, además, en esta isla encontramos otras
huellas históricas. Una localidad captó especialmente mi atención: se trata del
pueblo en donde nació El Greco.
Estoy hablando de Fódele,
una villa situada en las colinas que se asoman a la costa norte, no lejos de la
mayor ciudad de Creta, Heraclion –a la que los venecianos llamaron Candía–. He
dicho que Fódele es la patria de El Greco, y así figura en ciertos documentos,
pero otras investigaciones llevan la cuna del pintor a la capital, Heraclion,
que enseguida se apropió de esta circunstancia; no obstante, los habitantes de
Fódele continúan reivindicando que su pueblo es el auténtico lugar de
nacimiento del insigne Doménikos Theotokópoulos y, si vas allí, te enseñarán la
casa-museo del hijo predilecto de la villa. Al margen del rigor histórico, no
cabe duda de que resulta más atractivo subir los montes y descubrir en medio de
ellos una pequeña localidad aupada a la fama por su declarada relación con El
Greco que indagar en la populosa Heraclion acerca de si es verdad o no que fue
ella, y no Fódele, el sitio en donde nació uno de los mejores artistas que han
pisado el suelo español, aunque en realidad era cretense. En Heraclion ya
encontrarás otras atracciones, sobre todo, su museo arqueológico, que recoge los
tesoros de la civilización minoica hallados en las diversas excavaciones
realizadas a lo largo de la isla.
Cuando nuestro guía nos
propuso visitar Fódele, mencionó que en la plaza del pueblo encontraríamos una
lápida puesta allí por los integrantes del renombrado crucero-viaje de estudios
que profesores y alumnos de la universidad española realizaron por el
Mediterráneo en tiempos de la II República y del que nuestro amigo Paco Acosta
ha dado cumplida información en este mismo blog, http://ramiro53-64.blogspot.com.es/2015/03/crucero-universitario-por-el.html información que resultó ser la causa de que
se despertara en mí un particular interés por entrar en este pueblo y ver
semejante prueba de aquel periplo académico.
Fódele es una localidad que
se despliega a lo largo de la carretera que la atraviesa y cuya relevancia
turística se puede constatar al entrar en cualquiera de los bares o
restaurantes que allí existen, o acercándote a alguna de las muchas señoras que
a la puerta de sus respectivas casas están realizando labores artesanas,
confeccionando prendas de macramé, que venden a los visitantes; también las
pancartas que se erigen a la entrada del pueblo dan cuenta de los eventos
culturales que ocasionalmente tienen lugar en él. Sin embargo, nos hallamos en
un pueblo moderno, pues la antigua localidad fue destruida durante el siglo XIX
en una de las revoluciones que los cretenses llevaron a cabo contra el dominio
turco y es necesario caminar un kilómetro por una estrecha ruta poco
conveniente para los autocares y acercarte al asentamiento primitivo, en donde
están los monumentos más dignos de ser visitados, la ya citada casa-museo de El
Greco y la iglesia medieval. En lo que se refiere a la casa-museo, hay que
decir que más bien alberga una exposición documental sobre el artista, con
reproducciones de algunas de sus obras, lo que le confiere un interés limitado,
por eso, la caminata merece la pena ante todo para descubrir la pequeña iglesia
del siglo XI, construida en el solar que dejó una iglesia mayor, de tres
ábsides, y cuya traza todavía es patente alrededor de la iglesia actual, la
cual, además del encanto de su fábrica típicamente bizantina, contiene antiguas
pinturas murales que por desgracia no pudimos contemplar, al estar la puerta cerrada.
Vista
general de la iglesia de Fódele.
Fachada de la iglesia.
Ábside
de la iglesia.
Tras volver al núcleo
moderno de la población, por fin pudimos acercarnos al monumento conmemorativo
del que nos había hablado el guía, que encontramos en el centro urbano. Se
trata de una lápida de mármol con letras de bronce que recogen una inscripción
en griego actual y en español. La lápida está incrustada en un basamento pétreo
y es coronada por una pequeña efigie en bronce de El Greco.
La inscripción de la lápida
reza del siguiente modo: “La Facultad de Historia de la Universidad de
Valladolid –alma en el corazón de Castilla– ofrenda a Fódele esta piedra
arrancada de Toledo en memoria de la gloria inmortal de Doménicos
Theotocópoulos . Julio de 1934”.
Inscripción en la lápida.
Monumento
a El Greco en Fódele.
Lápida.
La lectura de la lápida me
desconcertó, pues yo sabía, gracias a Paco Acosta, que el crucero que
organizaron Fernando de los Ríos y Manuel García Morente en 1933 y que permitió
a un escogido número de profesores y estudiantes españoles, principalmente de
la Universidad Central de Madrid (hoy Universidad Complutense), visitar los más
importantes lugares de las pasadas civilizaciones del Mediterráneo tuvo lugar entre el 15 de
junio y el 1 de agosto de 1933, lo que no casaba con la fecha que figura en la
lápida, julio de 1934.
De regreso a casa, mi
perplejidad me obligó a realizar una rápida investigación en Internet que me
llevó hasta el extracto de un libro, ya mentado por Paco Acosta, cuyo tema es
precisamente el crucero-viaje de estudios de 1933; se trata de El sueño de una generación (Barcelona,
2006), escrito por Francisco Gracia
Alonso y Josep Maria Fullola i
Pericot.
En las páginas 341 y 342 de
este libro se desvela el misterio de la
falta de concordancia de las fechas, pues allí se explica que la lápida de
Fódele –obra de Mariano Benlliure– fue llevada por miembros de la Universidad
de Valladolid que viajaron a Grecia, primero, en tren hasta Marsella y,
después, en un vapor de línea regular y que el 24 de julio de 1934 se
trasladaron a Creta, con el objeto de instalar la mentada lápida en Fódele,
lápida que “era el presente que sería ofrecido a la población en recuerdo de la
acogida brindada al crucero del año anterior” (página 342 del libro citado).
Por lo tanto, el famoso
viaje de estudios de 1933 tuvo continuación al año siguiente, aunque los
viajeros posteriores no pudieron disfrutar entonces de las ventajas de navegar
en un cómodo crucero. Supongo que todo se debe a la mayor o menor influencia
política de los respectivos protagonistas…
Quizás, para terminar puedo
relatar una pequeña anécdota, también relacionada con El Greco. En otra ciudad
de Creta, Janiá –a la que los venecianos llamaron La Canea–, es recomendable
perderse por las callejas de su casco antiguo y encontrar rincones
sorprendentes. Las cosas que a mí particularmente me sorprendieron fueron los
rótulos de dos calles del barrio que se encuentra entre el baluarte veneciano y
el Porto Antico. La principal calle de este barrio se denomina ΟΔΟΣ ΘΕΟΤΟΚΟΠΟΥΛΟΥ, ΚΡΗΤΙΚΟΣ ΖΩΓΡΑΦΟΣ
(Calle de Theotokópoulos, zoógrafo
cretense), mientras que una calle transversal se denomina ΟΔΟΣ ΑΓΓΕΛΟΥ, ΚΡΗΤΙΚΟΣ ΑΓΙΟΓΡΑΦΟΣ (Calle de Ángelos, hagiógrafo
cretense). Resulta que, para sus compatriotas, El Greco era un simple pintor de
animales, sin duda, en un rango inferior a un hagiógrafo, pintor de lo sagrado.
Como, no obstante, la calle
dedicada a Theotokópoulos era más importante que la dedicada a Ángelos, busqué
una explicación, y mi informante me hizo saber que en la tradición bizantina se
considera un menester especial el de los hagiógrafos, los que se dedican al ornato e ilustración de
los lugares de culto, pero que el término “zoógrafo” no es necesariamente
peyorativo, ya que se atribuye a los artistas que retratan la vida, la vida
mundana, por oposición a lo trascendente.
Cabe recordar que, según sus biógrafos, El
Greco se formó como pintor de iconos y que en su trabajo manierista no desdeñó,
sino todo lo contrario, la temática religiosa (considérense, por ejemplo, La Trinidad, La Resurrección y todas las
demás obras de esta índole que se pueden admirar en El Prado), así que para
unos oídos españoles no deja de sonar chocante que se tachara a este afamado
autor de “pintor de animales”. En fin, cada viaje a Grecia me permite conocer
un poco más el alma helena.
Torrecaballeros, 7 de abril
de 2015.
Los habitantes de Creta consideran que el Greco (1541-1614),con Caravaggio (30 años más joven),se puede afirmar que son los grandes creadores del comienzo de la pintura barroca, que Eleftherios Venizelos (1864-1936, político liberal), se le puede considerar el padre de la Grecia moderna.y que Nikos Kazantzakis (1883-1953), autor de las novelas, "Cristo crucificado de nuevo", "Vida y aventuras de Alexis Zorbas" y "La última tentación de Cristo"( llevadas al cine por Michael KaKoyannis como "Zorba, el griego", Jules Dassen como "El que debe morir" y Martin Scorsece como "La última tentación de Cristo", respectivamente),son los personajes más ilustres de la época cristiana.Por eso, en Heraklion, poseen un monumento conjunto..
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