viernes, 19 de abril de 2013

Faraones y Nabateos, por Antonio José Aberturas


En 2.003, me decidí a organizar por mi cuenta un viaje a Egipto y Jordania, que tuvimos que aplazar por la guerra del golfo (posibles complicaciones de enlaces aéreos) y realizamos un año después, en el mes de Abril.

Me costo convencer a otros cinco matrimonios amigos, pero finalmente doce amigos nos  lanzamos, en el mes de Abril, a una relativa aventura. Para ser sincero debo decir que era mi tercer viaje a Egipto y el segundo a Jordania, por tanto, contaba con cierta experiencia y conocimiento del terreno (no todo, claro está). Desde los tiempos del bachillerato, siempre me llamó la atención la historia del Egipto de los faraones (creo que era la tercera lección del libro de historia), aunque nunca he sabido el porque. Desde entonces colecciono libros de Egipto, tengo las figuras de todos los dioses egipcios (que son unos cuantos), papiros y un montón de recuerdos que solo tienen el valor de haberlos adquirido allí y que mis hijos tiraran cuando yo no pueda impedirlo.

Salimos de Madrid destino a Aswan, dado que Egiptayr vuela directo los Martes y Sábados, evitando la escala en El Cairo y la pérdida de dos días. Nos alojamos en un hotel situado en una isla, llamado Isis Island y propiedad de uno de los hijos de Mubarak (supongo que en la actualidad estará expropiado). De los hoteles de la zona el mejor es el Old Cattarac (antigüo palacio de Faruk y escenario de varias películas), con unas increíbles vistas del Nilo y en especial a la puesta del sol.  El único inconveniente es su precio. 

De Aswan cabe destacar la gran presa (500 kilómetros de largo) y la enfermiza preocupación de los guías, en convencer a los turistas que es imposible destruirla, pues está rodeada de baterías de misiles enterradas en el desierto circundante. Prohíben hacer fotografías y resulta patético cuando explican como se abriría el desierto y las baterías de misiles entrarían en funcionamiento. Supongo que es propaganda para sus supuestos y futuros enemigos.

Acompaño alguna fotografía de los supuestos emplazamientos y de la propia presa, que no deja de ser una impresionante obra de ingeniería. 

Desde Aswan hasta Abu Simbel en avión, pues por carretera el viaje es peligroso y muy largo. Los dos templos mandados realizar por Ramses II (XX dinastía), en honor de su esposa Nefertari y de el mismo. Permitirme dar algún dato para poder explicar su grandiosidad. El templo principal tiene cuatro estatuas de Ramses de 20 metros de alto cada una, cuatro metros entre oreja y oreja y labios de un metro.
 
Con la construcción de la presa de Aswan y la subida del agua embalsada, estos templos hubieran quedado inundados. La UNESCO, tres mil años después de su construcción, salvo los monumentos, cortándolos en trozos, trasladándolos a una plataforma superior y volviendo a montarlos. En el interior están las estatuas de los Dioses Amon-Ra, Harmakis y Ptah. Los días 21 de Marzo y Septiembre (fechas de los equinoccios) el sol penetra por la puerta principal, atraviesa los 65 metros que separan el santuario del exterior e ilumina la estatua de Amon-Ra. Minutos después el sol se desplaza  hasta la estatua del Dios Harmakis y allí se queda durante 20 minutos, para después desaparecer. En ningún momento ilumina la estatua de Ptha, pues es el Dios de la oscuridad.

Lo extraordinario es que con los conocimientos de hace mas de tres mil años, se pudiera construir un templo con tanta precisión, que a las 5 horas y 58 minutos, de los días del equinoccio, entrara el sol de la manera antes descrita. Pero también es igualmente extraordinario que en Marzo de 1.969, después del desplazamiento de los templos, las estatuas se volvieran a iluminar. Supongo que los Ingenieros y Arquitectos tendréis respuesta, pero a mi no deja de maravillarme, igual que pueda volar el 380 de Kurt.

 

Desde Abu Simbel vuelta a Aswan y crucero por el Nilo hasta Luxor, con visitas a Edfu, Kombo Ombo y Esna. Son visitas de varios templos, donde debe destacarse otra obra de ingeniería, como es el Nilometro en Kombo Ombo.  Se trata de un pozo que con un mes de anticipación determina la crecida del río. Estos datos eran usados por los agrimensores egipcios para determinar los terrenos que fertilizaba el limo del río y cobrar los correspondientes impuestos de las cosechas conseguidas. Nada nuevo, los escribas de entonces son los inspectores de hacienda actuales.
La foto es de un viaje anterior con mis hijos. 

Otra curiosidad del mismo templo, es la figura del frontispicio de la entrada principal. Fue copiada por el Ejercito del Aire español como insignia de sus aviadores, cambiando el sol central (Ra) por tres círculos concéntricos rojo, amarillo y rojo (los colores de  nuestra bandera) y añadiendo la corona real en la parte superior. En la foto podéis ver como es el original y en la  insignia que acompaño veis el resultado. Desde siempre la Academia de San Javier celebra su paso de ecuador en Egipto, supongo que por esta causa.   


En Luxor pudimos ver las dos orillas del Nilo. La derecha al este por donde sale el sol, representa el nacimiento, la vida, lo bueno, en cambio el margen izquierdo al oeste representa el ocaso, la puesta del sol, la muerte, lo malo. Por ello los templos, palacios y viviendas están en el margen derecho del río y las tumbas, monumentos funerarios y el pueblo de los artesanos de las tumbas, están en la otra orilla (la izquierda).

Los templos de Karnak están compuestos de diversas partes que fueron añadidas por los distintos faraones, como Amenofis III, Ramses I, Seti I y Ramses II (es decir de la XVIII a la XX dinastia). De su inmensidad dan cuenta  dos datos:

1º.- Cabe perfectame en su interior la catedral de Notre Dame de Paris

2º.- La sala hipostila tiene 134 columnas de 23 metros de alto cada una y unos capiteles donde pueden situarse 150 personas.

Lo mejor de Karnak es el espectáculo de luz y sonido, que tiene unas características especiales. Se hace de noche, los espectadores van andando entre los templos mientras se desarrolla el espectáculo, se acaba en el lago sagrado (120 metros de largo) y si se tiene suerte se puede escuchar en español (dos días a la semana). 

En la otra orilla (el oeste) vimos el valle de los Reyes y las tumbas de muchos faraones. En la actualidad solo dejan ver tres tumbas por turista y día, con un sistema rotatorio de apertura de tumbas, para evitar deterioros y conservarlas en el mejor estado posible. Anteriormente estaban casi todas abiertas y podías ver todas las que tus fuerzas te permitieran. Creo que no merece la pena explicar mucho sobre las tumbas, pues es un tema harto conocido. Solo decir que después de las mastabas (Tebas), pirámides escalonadas (Sakkara) y pirámides (Keops, Kefren y Mikerinos), las tumbas del valle de los Reyes y Reinas son hipogeos (sepulcros excavados en la roca viva y decorados en su interior)

Me llama la atención, como podían los artesanos ver para poder pintar los interiores, pues no hay rastro de humo de antorchas. Las teorías de luciérnagas, espejos, etc. me parecen de ciencia ficción.
 

Tumbas de Tawsert y Ramses VI

También visitamos el templo de la Reina Haskesuth, donde dos años antes terroristas islámicos mataron e hirieron a muchos turistas, la mayoría alemanes. Ahora para evitarlo tiene vigilancia, no solo a la entrada del valle, sino en las alturas. Los terroristas se deslizaron con cuerdas desde lo alto de los acantilados. Que manía de matar en nombre de la religión.

Hasta aquí el viaje era como casi todos los que se hacen en Egipto, pero desde Luxor nos trasladamos, en avión, a Sharm El Sheikh y desde ahí a Nuweiba en un microbus de época indeterminada. Comimos en la playa con unas mesas de madera y pasando los camellos a nuestro lado, en una especie de poblado de chozas. Fuimos muy bien tratados por los habitantes del lugar, incluso nos enseñaron a hacer pan bajo tierra, aunque uno de nuestros amigos se quemó en una mano por “experto”.
 


Trasladados al puerto para embarcar en un ferry con destino a Jordania, tuvimos que  pasar un control fronterizo, primero de salida de Egipto, en una especie de terminal de los años 40 o 50 del siglo pasado. A pesar de  estar el barco a menos de 100 metros, nos obligaron a subir a un “autobús” por lo menos del siglo anterior al XX, sin ventanas, con algunas de ellas tapadas por maderas, con el techo destrozado y lleno de gentes de todo tipo y condición. Con decir que al subir, con las maletas, y tratar de sujetarme a algo sólido, metí la mano en una jaula de gallinas.

Una vez concluido el viaje del Ferry desembarcamos en Aqaba y en microbus hasta Petra. Me sorprendió gratamente la mejora de Jordania, respecto a mi viaje anterior, pues tenían incluso una especie de autovía y los vehículos de noche circulaban con las luces encendidas. Años antes solo las encendían cuando se cruzaban con otro vehiculo. Un misterio que nunca me supieron explicar, quizá por que no tiene explicación.

En Petra hicimos el desfiladero a caballo y la visita a los monumentos a pie, recordando otra película como Indiana y el templo maldito. Acompaño algunas fotos del desfiladero y los monumentos. El imperio de los Nabateos se derrumbó cuando las caravanas que hacían la ruta de Arabia a El Cairo, pasando por Petra, decidieron escoger la ruta de la costa.
 
 

Cuestión distinta es la subida a los Monasterios con 1.000 peldaños.

 

Merece la pena el esfuerzo y me gustaría destacar dos cosas:
1º.- Los valles del eco. No los llaman así, la denominación es mía. Una voz no muy alta es repetida hasta seis o siete veces. 
 

2º.- Una beduina, que me quería vender unas piedras, me hablo en perfecto español y ante mi extrañeza me explico que era madrileña nacida en Cea Bermúdez y casada con un beduino. Es evidente que hay españoles en todo el mundo.

Al día siguiente hicimos el desierto de Wadi Rum en dos cuatro por cuatro, residuos de la marcha de los árabes para conquistar Aqaba a los turcos. No tenían ni un solo dispositivo en el cuadro de mandos (solo estaban los huecos) y los arrancaban juntando dos cables sueltos (el famoso puente de los ladrones de coches). El recorrido lo habréis visto muchas veces en una película: Laurawce de Arabia. Lo mas novedoso son las manadas de camellos salvajes y el color de la tierra, casi rojo. Por cierto comimos espléndidamente en un oasis con especial recuerdo de unas alcachofas a la brasa.    
 

De vuelta a Aqaba (4 por 4), Nuweiba (ferry), Sharm El Sheikh (microbus) y en el mismo vehiculo hasta el Monasterio de Santa Catálina en pleno Sinaí.

Aquí empezaron los problemas, pues llegamos a Santa Catálina a las 13,00 horas y teníamos que salir para Sharm El Sheikh a las 6,00 del día siguiente, pues viajabamos  en avión a El Cairo a las 11 de la mañana. Pero el Monasterio solo esta abierto de 8 a 12 de la mañana. Imposible renunciar a la visita.
Llamamos a la empresa propietaria del microbus en El Cairo para pedir que nos dejaran el microbus y, por supuesto, el conductor para atravesar el Sinaí en coche al día siguiente, después de ver el Monasterio. Nos dieron la autorización sin explicarnos nada. 

La noche la pasamos en una tienda de beduinos, fumando con la cicha, hablando de política (con precaución) y sobre todo viendo el maravilloso cielo estrellado. Solo en otros dos sitios he visto un cielo semejante y fue en la Isla de Pascua y en Tanzania.
 

Por supuesto que vimos el Monasterio, la supuesta zarza de Moisés, la entrada en un cesto con poleas (hoy solo decorativa), y algo de la biblioteca hasta que nos echaron por no estar permitida a los turistas. El Monasterio fue mandado construir y fundado por Justiniano (527-547), es ortodoxo y desde entonces continua habitado, pese a las innumerables guerras, razias y diversas formas de destrucción ejecutadas por los seres humanos

A las doce iniciamos el viaje a El Cairo, inconscientes de nosotros que no sabíamos que el Sinaí es zona desmilitarizada, solo permitida a la Policía Egipcia y para cruzarlo es necesaria una autorización especial.

El vehiculo era bueno, solo que por las tablas del suelo se veía la carretera, no tenia aire acondicionado, ni ninguna comodidad, pero si tenia un micrófono que usamos para ir cantando. Cuando nos cansamos de cantar empezamos a jugar al mus con una maleta en el suelo y una toalla encima (evitaba que las cartas acabaran en la carretera). Los primeros sustos empezaron con los controles de Policía que solo sabían su idioma y muy poco. Nos dejaban pasar, después de inspeccionar el vehiculo y pedirnos documentación, pues no podían creer que doce irresponsables como nosotros no tuviéramos alguna razón o permiso valido. Por fin a mitad del viaje sucedió lo previsible, un capitán de Policía nos detuvo y nos prohibió seguir. Después de una intensa discusión (algo de ingles y mucho de mímica) nos dejo seguir después de darle una caja entera de aspirinas y asegurarle que no haríamos fotos o video del canal de Suez. Tengo que añadir que nuestro conductor solo hablaba árabe y ni una sola palabra de cualquier otro idioma conocido.

El segundo problema grave fue la comida, solo pasábamos por desierto y en contadas ocasiones por agrupaciones de casuchas que no tenían ni una mísera tienda. Por fin encontramos una gasolinera y vendían patatas fritas en bolsa, cacahuetes y coca cola, que compramos en gran cantidad y fue una estupenda comida.  

Conseguimos llegar al Canal de Suez y después de muchos kilómetros por su orilla y múltiples campamentos militares, llegamos al túnel que lo atraviesa por debajo. Ni que decir tiene que hice varias tomas de video a pesar de la prohibición y la promesa anterior.

Por ultimo, ya entrada la noche y después de 800 kilómetros, llegamos a El Cairo. Si  hubiéramos sabido las dificultades, no lo hubiéramos hecho, pero a día de hoy ninguno de los viajeros lo lamentamos, al contrario estamos satisfechos de nuestra pequeña hazaña.

En El Cairo, amen de las pirámides de Gizeh, Sakkara, Memphis, el museo, el mercado de Khan El Khalili, mezquita de alabastro, nos llamo la atención el cementerio, también llamada la ciudad de los muertos.

Está en el centro de la ciudad y no solo sirve para enterrar, sino para que vivan más de un millón de personas. Viven entre las tumbas o dentro de los mausoleos, con su luz eléctrica (cables enganchados desde las farolas), coches, muebles, utensilios de cocina, bombonas para guisar, etc. Pero lo curioso es que respetan a los muertos y las tumbas, las cuidan y cuando muere alguien que hay que enterrar donde viven, sacan todas sus pertenencias, asisten al entierro y luego vuelven a ocupar el mismo lugar.

Sabia de su existencia, hacia muchos años, por el libro de Gironella y tenia curiosidad por visitarlo. Por supuesto que solo fuimos los hombres ante el posible peligro (no admiten visitas) y que ya habíamos acabado con nuestra dosis de temeridad en el viaje por el Sinaí.
 

La llegada a Madrid supuso el fin de viaje, un descanso y el comienzo de los buenos recuerdos (fotos, videos, comentarios, etc.).

Como final, explicar que solo he pretendido hacer un resumen del viaje y destacar las curiosidades más significativas, sin entrar en analizar a las personas y la forma de vida, pues entonces el relato seria muy largo e intentado no aburrir. Por supuesto, me falta la facilidad de narración de Alfonso, por lo que pido perdón o mejor que no comparéis.

Un último detalle. Organizar uno mismo un viaje, aunque sea a países extraños, es bastante fácil y mucho mas barato. En concreto el que acabo de  relatar costo 1.510 euros por persona, incluyendo transportes aéreos, terrestres, marítimos, hoteles, comidas, entradas a los museos o monumentos, guías, etc. Es decir todo.

Animaros a organizar viajes, pues se disfruta en la preparación, durante el propio viaje y después recordándolo.   
 

2 comentarios:

  1. Pues me ha encantado tu reportaje. Hace muchos años que sueño con ese viaje, pero mi mujer siempre dice que es peligroso, que te mueres de calor....

    Bueno, entre fotos y texto y alguna anécdota me has hecho desearlo más y de nuevo insistiré.

    Ya aprecié tu magnífica colección sobre el tema.

    Un abrazo y hasta pronto

    ResponderEliminar
  2. Tu aventura me ha recordado una mía en Birmania en el 94, que ya contaré algún día, pero desde luego la tuya es más temeraria... ¡mira que ocurrírsete meterte en zona "de guerra" casi continua -o al menos conflictiva- con un conductor a todas luces zoquete y a las bravas! Menos mal que salisteis con bien, pues de otra forma a lo peor todavía estábais hoy secuestrados por ahí...

    Lo que es cierto es que, una vez sano y a salvo en casita, estos viajes se recuerdan con un especial cariño, pues nos damos cuenta de que son irrepetibles. La aventura tiene eso, el placer de vivirla (bueno, en alguna ocasión dificultosa no tanto)y luego de recordarla.

    Gracias por compartirla. Yo estuve también por allí (en dos ocasiones distintas, sin los 800 temerarios kilómetros, claro) y además en un momento (en Jordania e Israel) raro que no había conflictividad (nos sobrevoló el avión en el volaba Hussein con algún dignatario israelí).

    Muy ameno y buenas fotos...

    ResponderEliminar

Escribe tu comentario en el recuadro.
NO TE OLVIDES DE FIRMAR.
¡ LOS COMENTARIOS ANÓNIMOS SERÁN BORRADOS !.