martes, 12 de marzo de 2013

Petra, la ciudad perdida de Jordania, por Paco Acosta



¿Quién no ha oído hablar de Petra?. Por eso mismo, creo que lo mejor que puedo hacer no es describir sus monumentos, ni siquiera contar su historia, cosas que por otra parte ya se encargan de recoger todas las guías de viaje, y hasta, si me apuráis cuantas páginas y blogs, la mencionan.

En este recuerdo del viaje a Petra, voy a intentar ponerme en “la pelleja de su re-descubridor” (descubridor para el mundo occidental), el explorador, viajero y amante de las antigüedades “muy al estilo de su tiempo”, el suizo Johann Ludwig Burckhardt. Pero no puede ser lo mismo. Buckhardt estaría diciendo que yo, “hice trampas cuando estuve allí este verano. Y las voy a contar aquí. Bien es cierto que mis “trampas”, no admiten comparación con las que se vio obligado a hacer el explorador Burckhardt, que en 1812 tuvo que dar muchos rodeos, disfrazarse de árabe, o beduino, ganarse la confianza de los lugareños para que éstos, de natural receloso, le confiasen donde se encontraba la Petra legendaria, “esa ciudad perdida”, esa fortaleza natural, esa maravillosa ciudad escondida entre montañas impenetrables, esas extraordinarias ruinas de las que únicamente en occidente se tenían vagas noticias….

El bueno de Burkhardt no solo necesitó convertirse al Islam y disfrazarse de beduino, sino que para entrar en la ciudad tuvo que asegurar que iba a realizar un sacrificio en la tumba de Aaron que se hallaba en las inmediaciones. Y así, los en otros tiempos nómadas, ahora custodios y eficaces guardianes de los secretos de Petra, le dejaron cruzar el desfiladero y llegar al corazón de la ciudad….



0-Posando en el corazón de Petra

Nosotros llegamos al moderno hotel donde nos alojamos (uno de los numerosos que abundan por allí), de noche, tras unas cuantas horas en un autobús, cómodo y dotado de aire acondicionado, en el que todo el trayecto fuimos acompañados por un joven militar jordano de uniforme (adecuadamente pertrechado y que nos garantizaba un cierto grado de seguridad). Primeras “trampas”: Nosotros de “aventura”, nada. Todo lo contrario, comodidad y seguridad. Cenamos bien y descansamos en el Petra Guest House Hotel, situado justo a la entrada del centro de visitantes, donde se sacan las entradas para visitar las ruinas. Es un hotel, que en su aspecto externo más parece un pequeño local. Sin alturas, sin desentonar con el entorno, pues muchas de sus habitaciones se adaptan a la estructura encrespada del terreno. Así a la mañana siguiente, el día de la visita, nos levantamos temprano y a la hora de apertura de las taquillas estábamos de los primeros, bien pertrechados de calzado cómodo. Y sobre todo con agua en abundancia, cosa que no creo que le fuera posible al explorador suizo.



1- Hotel Petra Guest House

Diréis, que en aquellos tiempos “el turismo era así”, los viajes eran incómodos y los viajeros, corrían aventuras “de verdad”. Eso es cierto, pero no en todos los casos….

Os cuento. Poco después de que Buckhardt regresase a su país y divulgase su hallazgo, los franceses, tan amantes de la arqueología “ajena” como los ingleses, siguieron los pasos del suizo, pasaron por Petra y publicaron libros con dibujos y grabados con los que atrajeron la atención mundial hacia estas ruinas. Y algo después, un británico (cuyo nombre no voy a recoger aquí, -se dice el pecado, pero no el pecador-) realizaba una profusa descripción de la ciudad y sus monumentos, ¡sin haber estado nunca allí!. Pero no temáis, mis “trampas” tampoco no son de ese estilo. Yo sí que estuve allí; en el verano pasado, en pleno mes de Agosto. Eso sí, al igual que este tramposo británico, yo también me había documentado previamente. El a través de los muy conocidos dibujos, litografías y pinturas del escocés David Roberts, publicadas en 1839 en el libro “Égypte, Syrie et Terre Sainte”. Y yo, había visto fotos de casi todo lo que Petra encerraba…, ¡lo había encontrado todo en Internet….!



2- El Tesoro o Khazneh (David Roberts)

Ya he comentado antes que llegamos por la noche, y entonces no me pude hacer una idea de dónde nos encontrábamos, ni echar un vistazo al terreno circundante. Al amanecer del día siguiente, al salir a la calle, mi primera sorpresa fue divisar que nos rodeaba un verdadero “secarral” (mucho más árido que muchos parajes de mi tierra murciana). Entonces, extrañado, recordé que había leído que los nabateos, los ancestrales habitantes y principales constructores de las ruinas que íbamos a visitar, vivían de la agricultura…¿es posible?. Allí, en aquellas montañas pedregosas que divisábamos ¡únicamente podían crecer espinos y refugiarse los alacranes….! Pues…. según cuentan, no siempre fue así. Los nabateos, pueblo de nómadas que se establecieron allí desde el s VI adC, cultivaban la tierra, criaban animales, tenían conocimientos de canalización del agua y construyeron una compleja red de canales para traer el agua de los nacimientos cercanos, y cisternas y embalses para conservar y aprovechar la que escasamente, pero en trombas, les caía del cielo. Y si aquello no llego a ser ciertamente un vergel, sí que les permitió construir una ciudad de más de 30.000 habitantes.

Nada más sacar las entradas y pasar al recinto, nos encontramos andando por un camino de piedras redondeadas, sueltas, pues estábamos caminando por el lecho de una “rambla” seca (o Wadi, que dicen por aquellas tierras; o Guad, como escribimos por aquí). Nosotros, jubilados aunque todavía jóvenes, rechazamos los ofrecimientos de bajar por aquel pedregal a lomos de burro, caballo o montados en carros tipo calesa de dos ruedas. El disfrazado suizo, seguro que no se encontró con esas ayudas…. y además al descender andando por aquel serpenteante sendero podíamos ir sintiendo la misma sensación de tierra desértica, inhóspita, que en siglos precedentes, experimentarían también las cuadrillas de invasores y asaltantes (israelíes, egipcios, árabes o persas) que deambulaban por ese territorio. Su objetivo: alcanzar y saquear a las caravanas que, procedentes del sur de Arabia, y de India o de China, se dirigían a Egipto, Siria, Grecia y Roma, cargadas de todo tipo de productos exóticos, especias y sedas de India, ricas telas de China, perlas del mar Rojo, marfil de África, incienso de Arabia,…, todos ellos productos muy codiciados. Y los nabateos, que controlaban las fuentes del agua, ofrecían a las caravanas agua, refugio y vivienda segura donde pasar la noche, en esa ciudad oculta situada entre montañas, fácilmente defendible, sin necesidad de potentes murallas. Naturalmente a cambio de un impuesto al tráfico de mercancías, o un “canon”, por guarecer temporalmente y en grandes cantidades, los bienes en sus almacenes (era, en cierto modo, un gran centro logístico de la antigüedad), desde donde por su posición estratégicamente central, podían distribuir el género por todo el territorio y los contiguos.



3- Camino de bajada hacia el Siq

Y así, andando, con bastante calor pese a lo temprano de la hora, recorrimos animosos ese primer kilómetro cuesta abajo (sin pensar en que a la vuelta, ya cansados tras toda la jornada caminando, ese mismo trayecto lo tendríamos que hacer cuesta arriba…), divisando desde lejos un par de portadas de tumbas excavadas en la roca de los montes circundantes, a ambos lados de la rambla. Llegamos así a la entrada de un desfiladero, que en tiempos estuvo ornada con un gran arco de obra, hoy casi desaparecido.



4- Arco a la entrada en el Siq (David Roberts)



5- Interior de El Siq

Ese pasadizo, o estrecha garganta, o desfiladero llamado “el Siq”, (y aquí puedo hablar de otra de mis “trampas”), nosotros lo recorrimos tranquilamente, caminando sobre un piso compacto y llano, limpio y agradable, disfrutando del frescor de las sombras que nos dispensaban sus altas paredes, intentando descubrir en cada recodo del serpenteante camino los “bajorrelieves” que representan camellos, o identificar templetes, inscripciones y hornacinas, u otros de los múltiples signos grabados en la roca, cada vez más reconocibles a medida que la garganta se va haciendo más angosta…. Nada comparable, sospechamos, con el mismo recorrido realizado doscientos años atrás por el aventurero suizo…. Me lo imagino intentando sortear, con dificultad, las grandes rocas que caídas de lo alto, le entorpecían el paso. O su miedo, nunca bien contenido, de encontrarse en cada recodo con una cuadrilla de saqueadores, dispuestos a arrebatarle cuanto llevase encima…. Seguro que lo recorría rápidamente, sin tiempo de disfrutar de lo que podía observar en las altas paredes rocosas.

Y cuando se llega al final del desfiladero, lo que para nosotros fue una “admiración” esperada, para él tuvo que ser una sorpresa mayúscula. Allí, delante de sus ojos, aparecía una portada monumental (la que hoy es llamada simplemente el Khazneh, “el tesoro”, o el Tesoro del Faraón), signo evidente que había llegado a la ciudad perdida, a la Petra milenaria, la que tan ansiosamente buscaba….



6- El Tesoro

Pero este monumento, que hoy es quizás el más famoso de Petra, no es lo único que pudo admirar. Se encuentra flanqueado por un amplio número de tumbas monumentales, con fachadas dignas de cualquier palacio helenístico, que él, apenas tuvo tiempo de contemplar con detalle. Y aquí viene una nueva “trampa”. Nosotros íbamos “conducidos” por un guía jordano, que intentaba admirarnos aún más si cabe, dirigiendo nuestras miradas a todo aquello que en un primer momento podía pasarnos desapercibido, a la par que nos explicaba detalles de historia, curiosidades y anécdotas (como corresponde a todo guía que se precie). Simultáneamente nos “arreaba”, para que le siguiéramos a paso vivo por aquellas terrazas donde aún perduran cientos de portadas de tumbas excavadas, y otros monumentos, para que todos nosotros, olvidando “el hacer fotos in-itinere”, llegásemos a los escasos lugares sombreados donde poder realizar sus explicaciones….



7- Tumbas Reales (David Roberts)



8- El Deir o Monasterio (David Roberts)



9- Adentrándose en Petra, así lo plasmó David Roberts

Aunque también, como todo guía sabe hacer como nadie (ellos también hacen sus “trampas”), distraídamente nos acercaba a los lugares donde los descendientes de los antiguos nómadas del desierto, (que desde 1980 tienen la exclusiva del comercio en el interior de la ciudad arqueológica), nos intentaban colocar artesanía local, en forma de cerámica y joyería beduina, además de pequeñas botellas con arena de los colores de la zona, o supuestos “detalles originales y antiguos” procedentes del expolio de las tumbas….. Y de vez en cuando, a oleadas, nos asaltaban sus hijos, (de edades incluso “denunciables” por la sociedad occidental), que con mucha insistencia y desparpajo aprendían y practicaban el difícil oficio de engatusar al turista vendiéndole una ristra de postales, cada vez a menor precio, a medida que nos adentrábamos en la ciudad…., con gran disgusto por parte de todos los que habían picado a la primera de cambio…. Todo esto también se lo perdió nuestro avezado aventurero suizo….

Nuestro ya casi amigo suizo, tampoco pudo llegar a saber que otro de los, excavados en la montaña, monumentos más espectaculares que observaba en lo alto de una terraza, en la zona de las tumbas reales, era La catedral, que originariamente fue la gran Tumba de las Urnas (del rey Málicos II o  de Aretas IV) destruida en un terremoto que sacudió la zona, y que en el siglo V, en época bizantina, fue reconstruida y transformada en Iglesia cristiana.



10- La Catedral  y las Tumbas Reales (David Roberts)

Tampoco supo que, casi la mitad de la casas de la ciudad habían quedado derruidas por el fuerte terremoto, y que sus habitantes ya no las volvieron a levantar. Pero el declive había comenzado tiempo antes, con la apertura de las rutas marítimas, y cuando los romanos tomaron el control de las rutas comerciales y las desviaron de Petra…. Poco a poco esta ciudad dejó de tener valor estratégico y sus habitantes fueron despoblándola…. Después la conquista islámica no se fijó en ella, y los cruzados tampoco. Se convirtió en un lugar deshabitado, protegido únicamente por los beduinos, pues aún percibían fuertes notas mágicas y religiosas en esos monumentos…., y así Petra, la perdida ciudad de piedra, excavada en la roca, quedó olvidada durante más de 300 años hasta que Johan Ludwig Burckhardt (Juan Luis, para los amigos) la volvió a re-descubrir para la sociedad occidental en el mismo año que se promulga “la Pepa”, Beethoven compone su octava sinfonía, Napoleón intenta la invasión de Rusia, “nuestro” general Álava participa en la batalla de Los Arapiles y a Alfonso Arenas aún le faltaban 200 años para que le publicasen Álava en Waterloo…. (aunque para mí, que ya estaba allí tomando notas…)

A día de hoy, queda aún mucho terreno por excavar, (las verdaderas excavaciones científicas no comenzaron allí hasta 1924; hasta entonces todo lo realizado podrían denominarse tristemente “saqueos”), que actualmente se concentra sobre todo en la parte mas alejada de la entrada, donde se extendía una ciudad de casas sencillas y pequeñas, y donde en 1961 se descubrió un teatro, (con las gradas talladas en la roca y el proscenio construido en piedra tallada) con capacidad para más de 8000 asientos. Constantemente continúan saliendo a la luz nuevos restos de la época romana, entre los que destacan una columnata que bordeaba el cardo, o en 1990, una basílica bizantina al final de esa calle. En 2003 se encontraron tumbas, talladas en la roca, situadas por debajo del Khazneh

Gracias a nuestro amigo viajero, que al regresar de su viaje al interior del imperio otomano divulgó su hallazgo y también a muchos otros exploradores, viajeros, aventureros y arqueólogos, hemos podido darnos un paseo y disfrutar de Petra, ciudad que desde 1985 forma parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO, y en 2007 ha sido catalogada como una de las 7 nuevas maravillas del mundo moderno.

Las “otras artes” de nuestra época también han contribuido a dar a conocer Petra: Agatha Christie, sitúa en esta ciudad la trama de su novela Encuentro con la muerte (1937), Bergé hace que Tintín tenga una aventura pasando por Petra (Stock de coque [1958]).



11- Tintín



12- Tintín entrando en Petra (Stock de Coque)

Años más tarde, Hollywood tampoco desaprovechó estos “decorados” naturales, y en Petra se desarrollan escenas de las películas Mortal Kombat, la destrucción final (1997), El regreso de la momia (2001) y la más conocida de todas Indiana Jones y la última cruzada (1989).



13- Fotograma de Indiana Jones y la última cruzada

En Petra, de ofrecer hospitalidad y seguridad a los caravaneros, se ha pasado a contar con una fuerte infraestructura turística, de reponer la provisión de agua a los nómadas del desierto, camelleros y negociantes, a ofrecer unas magníficas piscinas en sus instalaciones hoteleras, en las que descansar tras el agotador día de vista a los monumentos y ruinas, en definitiva del saqueo a las caravanas…, se ha pasado al saqueo consentido que en la actualidad aceptamos los turistas.

Y hasta, si estás dispuesto a ello, los avispados descendientes actuales de los nabateos, te alquilan un caballo para que a emules a Indiana Jones y bajes “a galope” desde la entrada al recinto hasta la misma puerta de la garganta del Siq. A partir de ahí, mejor es recorrerlo a pie, recreándose en el colorido de las vetas de sus escarpados acantilados, observando las hornacinas, las inscripciones y las figuras talladas en la roca, mientras se pasa tranquilamente entre sus elevadas paredes verticales…..


Y aquí viene mi última “trampa”: El arriesgado explorador suizo publicó para deleite del mundo occidental, Viajes por Siria y Tierra Santa, un libro con los recuerdos de sus aventuras, y yo únicamente os puedo mostrar el reportaje fotográfico que en este viaje hicieron mi hija y un buen amigo, colgadas en mi parte del blog: pinchad aquí para verlas (-->)  

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