¿Quién
no ha oído hablar de Petra?. Por eso mismo, creo que lo mejor que puedo hacer
no es describir sus monumentos, ni siquiera contar su historia, cosas que por
otra parte ya se encargan de recoger todas las guías de viaje, y hasta, si me
apuráis cuantas páginas y blogs, la mencionan.
En
este recuerdo del viaje a Petra, voy a intentar ponerme en “la pelleja de su
re-descubridor” (descubridor para el mundo occidental), el explorador, viajero
y amante de las antigüedades “muy al estilo de su tiempo”, el suizo Johann Ludwig Burckhardt. Pero no puede
ser lo mismo. Buckhardt estaría diciendo que yo, “hice trampas” cuando
estuve allí este verano. Y las voy a contar aquí. Bien es cierto que mis
“trampas”, no admiten comparación con las que se vio obligado a hacer el explorador
Burckhardt, que en 1812 tuvo que dar muchos rodeos, disfrazarse de árabe, o
beduino, ganarse la confianza de los lugareños para que éstos, de natural
receloso, le confiasen donde se encontraba la Petra legendaria, “esa ciudad perdida”, esa fortaleza natural, esa
maravillosa ciudad escondida entre montañas impenetrables, esas extraordinarias
ruinas de las que únicamente en occidente se tenían vagas noticias….
El
bueno de Burkhardt no solo necesitó convertirse al Islam y disfrazarse de
beduino, sino que para entrar en la ciudad tuvo que asegurar que iba a realizar
un sacrificio en la tumba de Aaron que se hallaba en las inmediaciones. Y así,
los en otros tiempos nómadas, ahora custodios y eficaces guardianes de los
secretos de Petra, le dejaron cruzar el desfiladero y llegar al corazón de la
ciudad….
0-Posando en el corazón de Petra
Nosotros
llegamos al moderno hotel donde nos alojamos (uno de los numerosos que abundan
por allí), de noche, tras unas cuantas horas en un autobús, cómodo y dotado de
aire acondicionado, en el que todo el trayecto fuimos acompañados por un joven
militar jordano de uniforme (adecuadamente pertrechado y que nos garantizaba un
cierto grado de seguridad). Primeras
“trampas”: Nosotros de “aventura”, nada. Todo lo contrario, comodidad y
seguridad. Cenamos bien y descansamos en el Petra Guest House Hotel, situado
justo a la entrada del centro de visitantes, donde se sacan las entradas para
visitar las ruinas. Es un hotel, que en su aspecto externo más parece un pequeño
local. Sin alturas, sin desentonar con el entorno, pues muchas de sus
habitaciones se adaptan a la estructura encrespada del terreno. Así a la mañana
siguiente, el día de la visita, nos levantamos temprano y a la hora de apertura
de las taquillas estábamos de los primeros, bien pertrechados de calzado
cómodo. Y sobre todo con agua en abundancia, cosa que no creo que le fuera
posible al explorador suizo.
1- Hotel Petra Guest House
Diréis,
que en aquellos tiempos “el turismo era así”, los viajes eran incómodos y los
viajeros, corrían aventuras “de verdad”. Eso es cierto, pero no en todos los
casos….
Os
cuento. Poco después de que Buckhardt regresase a su país y divulgase su
hallazgo, los franceses, tan amantes de la arqueología “ajena” como los
ingleses, siguieron los pasos del suizo, pasaron por Petra y publicaron libros
con dibujos y grabados con los que atrajeron la atención mundial hacia estas
ruinas. Y algo después, un británico (cuyo nombre no voy a recoger aquí, -se
dice el pecado, pero no el pecador-) realizaba una profusa descripción de la
ciudad y sus monumentos, ¡sin haber
estado nunca allí!. Pero no temáis, mis “trampas” tampoco no son de ese
estilo. Yo sí que estuve allí; en el verano pasado, en pleno mes de Agosto. Eso
sí, al igual que este tramposo británico, yo también me había documentado
previamente. El a través de los muy conocidos dibujos, litografías y pinturas
del escocés David Roberts, publicadas en 1839 en el libro “Égypte, Syrie et Terre Sainte”. Y yo, había visto fotos de casi todo
lo que Petra encerraba…, ¡lo había encontrado todo en Internet….!
2- El Tesoro o Khazneh (David Roberts)
Ya
he comentado antes que llegamos por la noche, y entonces no me pude hacer una
idea de dónde nos encontrábamos, ni echar un vistazo al terreno circundante. Al
amanecer del día siguiente, al salir a la calle, mi primera sorpresa fue
divisar que nos rodeaba un verdadero “secarral” (mucho más árido que muchos
parajes de mi tierra murciana). Entonces, extrañado, recordé que había leído
que los nabateos, los ancestrales habitantes y principales constructores de las
ruinas que íbamos a visitar, vivían de la agricultura…¿es posible?. Allí, en
aquellas montañas pedregosas que divisábamos ¡únicamente podían crecer espinos
y refugiarse los alacranes….! Pues…. según cuentan, no siempre fue así. Los
nabateos, pueblo de nómadas que se establecieron allí desde el s VI adC,
cultivaban la tierra, criaban animales, tenían conocimientos de canalización
del agua y construyeron una compleja red de canales para traer el agua de los
nacimientos cercanos, y cisternas y embalses para conservar y aprovechar la que
escasamente, pero en trombas, les caía del cielo. Y si aquello no llego a ser
ciertamente un vergel, sí que les permitió construir una ciudad de más de
30.000 habitantes.
Nada
más sacar las entradas y pasar al recinto, nos encontramos andando por un
camino de piedras redondeadas, sueltas, pues estábamos caminando por el lecho
de una “rambla” seca (o Wadi, que dicen por aquellas tierras; o Guad, como
escribimos por aquí). Nosotros, jubilados aunque todavía jóvenes, rechazamos
los ofrecimientos de bajar por aquel pedregal a lomos de burro, caballo o montados
en carros tipo calesa de dos ruedas. El
disfrazado suizo, seguro que no se encontró con esas ayudas…. y además al
descender andando por aquel serpenteante sendero podíamos ir sintiendo la misma
sensación de tierra desértica, inhóspita, que en siglos precedentes,
experimentarían también las cuadrillas de invasores y asaltantes (israelíes,
egipcios, árabes o persas) que deambulaban por ese territorio. Su objetivo:
alcanzar y saquear a las caravanas que, procedentes del sur de Arabia, y de
India o de China, se dirigían a Egipto, Siria, Grecia y Roma, cargadas de todo
tipo de productos exóticos, especias y sedas de India, ricas telas de China,
perlas del mar Rojo, marfil de África, incienso de Arabia,…, todos ellos
productos muy codiciados. Y los nabateos, que controlaban las fuentes del agua,
ofrecían a las caravanas agua, refugio y vivienda segura donde pasar la noche,
en esa ciudad oculta situada entre montañas, fácilmente defendible, sin
necesidad de potentes murallas. Naturalmente a cambio de un impuesto al tráfico
de mercancías, o un “canon”, por guarecer temporalmente y en grandes
cantidades, los bienes en sus almacenes (era, en cierto modo, un gran centro
logístico de la antigüedad), desde donde por su posición estratégicamente
central, podían distribuir el género por todo el territorio y los contiguos.
3- Camino de bajada
hacia el Siq
Y
así, andando, con bastante calor pese a lo temprano de la hora, recorrimos
animosos ese primer kilómetro cuesta abajo (sin pensar en que a la vuelta, ya
cansados tras toda la jornada caminando, ese mismo trayecto lo tendríamos que
hacer cuesta arriba…), divisando desde lejos un par de portadas de tumbas
excavadas en la roca de los montes circundantes, a ambos lados de la rambla.
Llegamos así a la entrada de un desfiladero, que en tiempos estuvo ornada con
un gran arco de obra, hoy casi desaparecido.
4- Arco a la entrada en el Siq (David Roberts)
5- Interior de El Siq
Ese
pasadizo, o estrecha garganta, o desfiladero llamado “el Siq”, (y aquí puedo hablar de otra de mis “trampas”), nosotros lo recorrimos tranquilamente, caminando
sobre un piso compacto y llano, limpio y agradable, disfrutando del frescor de
las sombras que nos dispensaban sus altas paredes, intentando descubrir en cada
recodo del serpenteante camino los “bajorrelieves” que representan camellos, o identificar
templetes, inscripciones y hornacinas, u otros de los múltiples signos grabados
en la roca, cada vez más reconocibles a medida que la garganta se va haciendo
más angosta…. Nada comparable, sospechamos,
con el mismo recorrido realizado doscientos años atrás por el aventurero suizo….
Me lo imagino intentando sortear, con dificultad, las grandes rocas que caídas
de lo alto, le entorpecían el paso. O su miedo, nunca bien contenido, de
encontrarse en cada recodo con una cuadrilla de saqueadores, dispuestos a
arrebatarle cuanto llevase encima…. Seguro que lo recorría rápidamente, sin
tiempo de disfrutar de lo que podía observar en las altas paredes rocosas.
Y
cuando se llega al final del desfiladero, lo que para nosotros fue una
“admiración” esperada, para él tuvo que ser una sorpresa mayúscula. Allí,
delante de sus ojos, aparecía una portada monumental (la que hoy es llamada
simplemente el Khazneh, “el tesoro”, o
el Tesoro del Faraón), signo evidente que había llegado a la ciudad
perdida, a la Petra milenaria, la que tan ansiosamente buscaba….
6- El Tesoro
Pero
este monumento, que hoy es quizás el más famoso de Petra, no es lo único que
pudo admirar. Se encuentra flanqueado por un amplio número de tumbas
monumentales, con fachadas dignas de cualquier palacio helenístico, que él,
apenas tuvo tiempo de contemplar con detalle. Y aquí viene una nueva “trampa”. Nosotros íbamos “conducidos” por
un guía jordano, que intentaba admirarnos aún más si cabe, dirigiendo nuestras
miradas a todo aquello que en un primer momento podía pasarnos desapercibido, a
la par que nos explicaba detalles de historia, curiosidades y anécdotas (como
corresponde a todo guía que se precie). Simultáneamente nos “arreaba”, para que
le siguiéramos a paso vivo por aquellas terrazas donde aún perduran cientos de
portadas de tumbas excavadas, y otros monumentos, para que todos nosotros,
olvidando “el hacer fotos in-itinere”, llegásemos a los escasos lugares
sombreados donde poder realizar sus explicaciones….
7- Tumbas Reales (David Roberts)
8- El Deir o Monasterio (David Roberts)
9- Adentrándose en Petra, así lo plasmó David Roberts
Aunque
también, como todo guía sabe hacer como nadie (ellos también hacen sus
“trampas”), distraídamente nos acercaba a los lugares donde los descendientes
de los antiguos nómadas del desierto, (que desde 1980 tienen la exclusiva del
comercio en el interior de la ciudad arqueológica), nos intentaban colocar artesanía
local, en forma de cerámica y joyería beduina, además de pequeñas botellas con
arena de los colores de la zona, o supuestos “detalles originales y antiguos”
procedentes del expolio de las tumbas….. Y de vez en cuando, a oleadas, nos
asaltaban sus hijos, (de edades incluso “denunciables” por la sociedad
occidental), que con mucha insistencia y desparpajo aprendían y practicaban el
difícil oficio de engatusar al turista vendiéndole una ristra de postales, cada
vez a menor precio, a medida que nos adentrábamos en la ciudad…., con gran
disgusto por parte de todos los que habían picado a la primera de cambio…. Todo
esto también se lo perdió nuestro avezado aventurero suizo….
Nuestro
ya casi amigo suizo, tampoco pudo llegar a saber que otro de los, excavados en
la montaña, monumentos más espectaculares que observaba en lo alto de una
terraza, en la zona de las tumbas reales, era La catedral, que originariamente fue la gran Tumba de las Urnas (del
rey Málicos II o de Aretas IV) destruida
en un terremoto que sacudió la zona, y que en el siglo V, en época bizantina,
fue reconstruida y transformada en Iglesia cristiana.
10- La Catedral y las Tumbas Reales (David Roberts)
Tampoco
supo que, casi la mitad de la casas de la ciudad habían quedado derruidas por
el fuerte terremoto, y que sus habitantes ya no las volvieron a levantar. Pero
el declive había comenzado tiempo antes, con la apertura de las rutas
marítimas, y cuando los romanos tomaron el control de las rutas comerciales y
las desviaron de Petra…. Poco a poco esta ciudad dejó de tener valor
estratégico y sus habitantes fueron despoblándola…. Después la conquista
islámica no se fijó en ella, y los cruzados tampoco. Se convirtió en un lugar
deshabitado, protegido únicamente por los beduinos, pues aún percibían fuertes
notas mágicas y religiosas en esos monumentos…., y así Petra, la perdida ciudad
de piedra, excavada en la roca, quedó olvidada durante más de 300 años hasta
que Johan Ludwig Burckhardt (Juan Luis, para los amigos) la volvió a
re-descubrir para la sociedad occidental en el mismo año que se promulga “la
Pepa”, Beethoven compone su octava sinfonía, Napoleón intenta la invasión de
Rusia, “nuestro” general Álava participa en la batalla de Los Arapiles y a
Alfonso Arenas aún le faltaban 200 años para que le publicasen Álava en Waterloo…. (aunque para mí, que
ya estaba allí tomando notas…)
A
día de hoy, queda aún mucho terreno por excavar, (las verdaderas excavaciones
científicas no comenzaron allí hasta 1924; hasta entonces todo lo realizado
podrían denominarse tristemente “saqueos”), que actualmente se concentra sobre
todo en la parte mas alejada de la entrada, donde se extendía una ciudad de
casas sencillas y pequeñas, y donde en 1961 se descubrió un teatro, (con las
gradas talladas en la roca y el proscenio construido en piedra tallada) con
capacidad para más de 8000 asientos. Constantemente continúan saliendo a la luz
nuevos restos de la época romana, entre los que destacan una columnata que
bordeaba el cardo, o en 1990, una basílica bizantina al final de esa calle. En
2003 se encontraron tumbas, talladas en la roca, situadas por debajo del Khazneh
Gracias
a nuestro amigo viajero, que al regresar de su viaje al interior del imperio
otomano divulgó su hallazgo y también a muchos otros exploradores, viajeros,
aventureros y arqueólogos, hemos podido darnos un paseo y disfrutar de Petra,
ciudad que desde 1985 forma parte del Patrimonio Mundial de la UNESCO, y en
2007 ha sido catalogada como una de las 7
nuevas maravillas del mundo moderno.
Las
“otras artes” de nuestra época también han contribuido a dar a conocer Petra: Agatha Christie, sitúa en esta ciudad
la trama de su novela Encuentro con la
muerte (1937), Bergé hace que Tintín tenga una aventura pasando por
Petra (Stock de coque [1958]).
11- Tintín
12- Tintín entrando en Petra (Stock de Coque)
Años
más tarde, Hollywood tampoco desaprovechó
estos “decorados” naturales, y en Petra se desarrollan escenas de las películas
Mortal Kombat, la destrucción final (1997), El regreso de la momia (2001) y la más conocida de todas Indiana Jones y la última cruzada (1989).
13- Fotograma de Indiana Jones y la última cruzada
En
Petra, de ofrecer hospitalidad y seguridad a los caravaneros, se ha pasado a contar
con una fuerte infraestructura turística, de reponer la provisión de agua a los
nómadas del desierto, camelleros y negociantes, a ofrecer unas magníficas
piscinas en sus instalaciones hoteleras, en las que descansar tras el agotador
día de vista a los monumentos y ruinas, en definitiva del saqueo a las
caravanas…, se ha pasado al saqueo consentido que en la actualidad aceptamos
los turistas.
Y
hasta, si estás dispuesto a ello, los avispados descendientes actuales de los
nabateos, te alquilan un caballo para que a emules a Indiana Jones y bajes “a
galope” desde la entrada al recinto hasta la misma puerta de la garganta del
Siq. A partir de ahí, mejor es recorrerlo a pie, recreándose en el colorido de
las vetas de sus escarpados acantilados, observando las hornacinas, las inscripciones
y las figuras talladas en la roca, mientras se pasa tranquilamente entre sus
elevadas paredes verticales…..
Y aquí viene mi última
“trampa”: El
arriesgado explorador suizo publicó para deleite del mundo occidental, Viajes por Siria y Tierra Santa, un
libro con los recuerdos de sus aventuras, y yo únicamente os puedo mostrar el
reportaje fotográfico que en este viaje hicieron mi hija y un buen amigo,
colgadas en mi parte del blog: pinchad
aquí para verlas (-->)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escribe tu comentario en el recuadro.
NO TE OLVIDES DE FIRMAR.
¡ LOS COMENTARIOS ANÓNIMOS SERÁN BORRADOS !.